El sociólogo François Houtart sentenciaba
hace poco en un artículo “de la antigua oligarquía a la pretensión de las nuevas burguesías, nada diferente” al
referirse a la situación política y económica del país durante el gobierno de
la Revolución Ciudadana. Con mucho pesar
en estas dos semanas hemos visto como sin amortiguación desde la Función
Ejecutiva se han anunciado varias golpes contundentes al país, medidas que
muchos miraban como imposibles en el marco de la supuesta izquierda del actual
régimen: privatización de activos nacionales (Hidroeléctrica, Banco, canales), futuras
privatizaciones de derechos mediante los posibles copagos de educación, salud y
desarrollo infantil (ver declaraciones de ministra Gabriela Rosero de fecha 14
de abril de 2016). Si llegamos a la
dolorosa crisis de 1998 conocida como salvataje bancario, el posterior feriado
bancario y la dolarización fue precisamente por una serie de reformas y recetas
del denominado modelo neoliberal que condujeron al colapso de la economía ecuatoriana;
tres fueron sus ingredientes: privatización de derechos, eliminación de la
capacidad reguladora del Estado y apertura sin protección al mercado
internacional. Una grave depresión de la
economía empujó a tres millones de ecuatorianas/os a migrar hacia el
extranjero, sucediendo a esta crisis financiera una crisis de la democracia,
poco menos de una década de inestabilidad política sin precedente. Ante todo
esto el pueblo ecuatoriano de manera soberana decidió refundar el Estado con la
expedición de la Constitución de la República en el año 2008, ley fundamental resultado
de la lucha de los pueblos y no del ambiguo e incoherente Movimiento Alianza
País, mucho menos de su mesías conservador. En esa Carta Magna el Estado volvió a nacer,
contrajo al fin un rol, dándole vida a lo público tan golpeado en el pasado por
los intereses de pequeños grupos económicos. Hoy el gobierno en reprochable actitud de imposición
y pretendiendo anular resistencias
mediante el argumento del trágico sismo que hace poco azotó nuestras
costas (muy parecido a los discursos de políticos corruptos que justificaban la
crisis de 1998 con el Fenómeno del Niño de aquel entonces), establece los anuncios,
de golpe y porrazo, de medidas que en clara evidencia superan el monto
requerido para la recuperación y que son propias del recetario neoliberal, y
que llevarían al país a ese pasado que dice retóricamente combatir. No nos debe sorprender, ya llevamos varios
años en el viraje ideológico y programático de la “revolución ciudadana”, lo
que preocupa es la velocidad con la que está precipitándose en la actualidad
ese viraje. Frente ello, y con la misma
velocidad de reacción debemos activar nuestras acciones de defensa de lo
público, de lo común. Jamás permitir que
los derechos sean transformados en servicios, ni bienes nacionales de alto
valor vendidos a precio de gallina flaca, aun disponemos de la Constitución que
edificó un Estado fuerte, ley madre que ha estorbado en el viraje programático-ideológico
gubernamental y la cual debe ser defendida por el pueblo como su legítimo
autor. Si el gobierno quiere regresar al
pasado neoliberal, el pueblo mirará al futuro luchando en el presente.
Aquiles Hervas Parra
3 de mayo de 2016.
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