domingo, 4 de octubre de 2015

VIVOS SE LOS LLEVARON VIVOS LOS QUEREMOS



¿Es normal asesinar estudiantes? ¿Es normal asesinar a cualquier ser humano por razones políticas? Definitivamente no.  En la nación mexicana la historia de violencia ha irrigado su suelo con sangre juvenil y estudiantil, en estos cincuenta años a más de muchos sucesos clandestinos y secretos se han perpetrado dos cruentas masacres a jóvenes estudiantes como respuesta a su accionar político e ideológico: la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas y el asesinato y desaparición forzada de Iguala Guerrero el 26 y 27 de septiembre de 2014 a estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa.  Algunos mezquinos e insensibles los califican de guerrilleros que se lo buscaron, otros más apáticos ni siquiera le dedican tiempo al tema, pero quienes tengan un mínimo de empatía con el sufrimiento humano podrán compartir la ira y rabia que produce escuchar que en los albores de la supuesta era de la razón y el entendimiento humano, la muerte sea la única vía de respuesta a la objeción que hace la juventud apostados en el sueño de un mundo mejor, más justo, equilibrado y digno.  Detrás de estas manifestaciones populares protagonizados por los hijos del pueblo no está solamente el fervor y apasionamiento idealizado de la edad, esa es una interpretación bastante incompleta de los hechos detrás de su grito de protesta se encuentra la evidencia del vigente sistema replicador del modelo de injusticia y extrema desigualdad en tiempos que nos precedieron, en la lucha estudiantil palpita la pendiente búsqueda de mejores condiciones para la vida.  Es por ello que cualquiera que sea el prejuicio que muchos sectores tengan sobre el accionar movilizado y activista de los jóvenes deben, antes de emitir su juicio, mirar primero con más amplitud los temas, demandas, consignas y criterios que rodean al  movimiento estudiantil.  Tanto en Tlatelolco como en Ayotzinapa y en todos los lugares del mundo donde se organiza la juventud no se incuban violentos, guerrilleros, problemáticos, agitadores o manipulados, se gestan retoños de esperanza que renuevan el sentido que la palabra revolución le da al pueblo para aspirar a salir de la circunstancias de explotación, abuso e inequidad que la estructura del sistema ha otorgado a las mayorías de las poblaciones.  El literato argentino Julio Cortázar sentenciaba “Es muy importante comprender quién pone en práctica la violencia: sí son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella”.  Por supuesto es nuestra responsabilidad como jóvenes recrear formas más creativas de intervenir en la sociedad y encarar a los Estados, mercado o cualquier forma de violencia sistemática, pero, en los hechos enunciados de los casos citados e investigando el contexto amplio que rodea y ha rodeado la historia de los jóvenes mexicanos se puede concluir que fue el Estado, los grupos mafiosos y narco-políticos cercanos a éste y la tradicional represión a los sectores populares el origen de la violencia construida que terminó, una vez más, por encontrar en la muerte el desenlace de la historia.

Aquiles Hervas Parra
4 de octubre de 2015.


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