A pesar de que en la mayoría de
países que conforman América ha sido ya erradicada de la oficialidad de los
Estados las formas celebratorias del llamado día de la raza aún en algunos
estratos sociales persiste esta noción por la cual este día sea un símbolo de
homenaje en la fecha en la que el marinero genovés Cristóbal Colón tocó tierra
firme en la mañana del 12 de octubre de 1492 en una isla de las Bahamas anunciando
con ligereza metafórica el “descubrimiento del nuevo mundo” término que en lo
posterior sería acuñado con más firmeza como novus mundus por el explorador
italiano Américo Vespucio. Por ello es
importante pasar revista de algunos elementos históricos que deberían, y
esperemos así suceda, reorientar criterios y provocar posturas contundentes
contra ese símbolo del pasado. América
no fue civilizada, fue conquistada, saqueada y enajenada en sus culturas;
nuestras tierras poseían grandes y muy sabias civilizaciones portadoras de
conocimientos en ámbitos tan o más destacables que los occidentales de aquella
época, gozaban de una relativa paz en su cotidianidad, acentúo por relativa
porque como en todo rincón del mundo no faltaban las disputas territoriales, los
avances imperiales internos o las guerras entre pueblos vecinos, pero, nada
comparado con el genocidio europeo impulsado por la más perversa ambición que
provocó el oro y los recursos locales en la sed de riqueza extranjera. Como
lo describiría Fray Bartolomé de las Casas en el clásico debate de Valladolid en
la década de 1550 al exponer ante la
extrema crueldad de la esclavización de indios por parte de españoles
colonizadores que además argumentaban que el indio al no parecerse al europeo o
no entender el lenguaje podría carecer de alma y por lo tanto debía ser
utilizado como animal de trabajo, el periodista e historiador Eduardo Galeano
en un pasaje plantea que -los invasores llamaron caníbales a los antiguos
americanos, pero más caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas comían
carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa-. Surge así la pregunta, quiénes conquistaron
América ¿eran acaso representantes de la más notable civilización o expresión
máxima del raciocinio? De ninguna manera, en palabras del historiador británico
Edwin Williamson las carabelas primeras como muchas de las expediciones
posteriores, los grupos se conformaban por toscos e incultos colonizadores
provenientes de las poblaciones de Extremadura y Andalucía que además en su
avaricia no solamente extremaban el trato a los nativos, sino se sublevaban en
repetidas ocasiones a los gobernadores impuestos por la Corona, véase los casos
de la isla La Española (hoy Haití) en la misma década de los 90 del siglo XV, apenas
años después de su llegada, agregando a esto la presencia también de calañas
delictivas sobrantes en la sociedad ibérica como aparato militar de fuerza en
las mencionadas empresas. Esta codicia
unida a la inopia en su proceder llevó a convertir un supuesto descubrimiento
en una de las masacres más dolorosas de los anales de la historia, dos culturas
se habían encontrado, diferentes y distantes, con otras maneras de validar la
vida, unos mirando al oro y la naturaleza como sistema de riqueza y acumulación,
otros simplemente como adorno y abastecimiento de necesidades respectivamente, y
por supuesto esa diferencia tan marcada sobraba para los fines colonizadores,
fue la fuerza y el poderío militar el encargado de doblegar a unos al servicio
de los otros, someter a nativos en su propio territorio a la sed de fortunas de
los recién llegados, de aquellos foráneos que configuraron lo que podríamos
denominar la primera ola de migración ilegal masiva del mundo moderno. En ese
sentido no hay nada que celebrar en esta fecha. Acomplejados, prejuiciosos o
ignorantes de la historia los que sientan orgullo de reconocimiento de
estirpes, noblezas, orígenes sanguíneos o cualquier otra absurdo discurso
autocomplaciente alejado de la realidad, quien se reconozca como hijo de tanta
sangre es porque lleva nula la memoria y fría la sensibilidad. Nada que
celebrar toda una historia por condenar.
Aquiles Hervas Parra
12 de octubre de 2015
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