La falacia es la mentira puesta
en acto o la acción manifiesta del engaño convertido en evidencia, por lo tanto
enunciar que el crecimiento económico es falaz demanda una responsabilidad
consistente en demostrarlo, procuraremos hacerlo tres breves puntos sintéticos
de este artículo. Primero, el argumento
histórico: Sí siempre estamos creciendo, por qué a la actualidad siguen
habiendo tan amplias desigualdades latentes. A finales del siglo XIX el Ecuador y América
Latina experimentaron una de las etapas más abundantes de exportación de materias
primas, para aquellas fechas el cacao constituía el producto principal copando un
tercio de la producción agrícola en el país que en población ascendía al millón
de personas, los hacendados costeños, los cuales no pasaban de veinte familias
que habían expulsado a campesinos habitantes de territorios requeridos para ese
monocultivo, se dispusieron de millonarias cuentas concentradas en oficinas
extranjeras de firmas abiertas en ciudades europeas, los titulares anunciaban -la
época del crecimiento ecuatoriano ha empezado-, apenas dos décadas después en
los años diez del naciente siglo XX, una crisis de precios, el aparecimiento
del Cacao africano y las plagas pondrían fin al breve auge. Ese auge que benefició a pocos y costó el
desplazamiento de seres humanos, el deterioro en muchos casos hasta ahora irreparable
de la capa vegetal y del suelo, y, la explotación de la mano de obra fue
calificado como “período de crecimiento nacional”. Segundo; el argumento metodológico-técnico:
hay un viejo y mañoso vicio en la lectura de estadísticas y no me refiero
solamente a su manipulación que es lo más común, se trata de la intención de
leer solamente las más favorables, generalmente los indicadores de crecimiento
económico están basados en métodos de cálculo relativamente complejo en la
ciencia económica, y, que tienen como factor común asentarse en los promedios o
dicho con más propiedad las medias aritméticas y sus diversos derivados; más no
leen otro antiguo insumo estadístico válido llamado la moda aritmética, no es
lo mismo la media que la moda. Aunque en
las universidades nos den ejemplos en los que se parezcan, en la vida real hay
abismos entre unas y otras muestras, es así que noventa y nueva familias pueden
estar en la extrema pobreza que si calculamos en promedio junto a una familia
de millonarios entre el lapso de uno y otro año la conclusión dirá todos han crecido
en ese período, a pesar de que las primeras noventa y nueve familias aún sigan
tomando agua con pan. Y tercero; la evidencia práctica, el discurso oficial
gubernamental en nuestra patria ha hecho suyo este postulado del crecimiento
económico propio de la economía capitalista, y que de forma contradictoria se
ha declarado ante la opinión pública como un régimen socialista o -sumak kawsista-. Una y otra vez hemos escuchado al Presidente
de la República exponer varios de los indicadores macroeconómicos con
porcentajes positivos, el jaguar latinoamericano lo bautizaron, la duda es ¿Quiénes
crecieron? y sobre todo ¿Quiénes tienen sostenido su crecimiento? ¿Los mismos
acaudalados de siempre o las clases populares? es obvia la respuesta, los ricos
se hicieron más ricos, la clase media mejoró sus condiciones pero sin
sostenibilidad futura y las clases populares siguen exactamente igual, en
vulneración directa de las novedades que pueda presentar el mercado como las
cíclicas crisis globales o locales. No
puede ser de otra manera cuando al parecer las orientaciones de la política
económica oficial son derivadas de las recomendaciones que leyésemos en el
Consenso de Washington (véase John Williamson) o de los muy tradicionales
postulados de los Chicago Boy en sus versiones neoclásicas y no monetarista por
obvias razones (Véase Arnold Harberger), y, hasta en ocasiones recibimos tinterazos
neoliberales trasnochados que espantan (Léase Acuerdo Comercial con la Unión
Europea). Entonces ¿Crecemos? No señoras
y señores, no amigas y amigos -jóvenes en especial-, esa palabra es una falacia
de muy sencilla demostración en la historia, metodología y evidencia real. Es
un acomodo tecnocrático de la Economía de lo inmediato, vocablo con lenguaje
seductor que confunde en circunstancias de momentánea abundancia pero que
arremete con sus voraces y verdaderas fauces en la posteridad del tiempo. El placer efímero que implica el crecimiento
de un par de cuatrienios y estable para menos del 2% de la población, no
justifica los costos de los años venideros; costos ambientales, sociales,
distributivos, culturales y para el caso del Ecuador ideológicos, los cuales
habrán de ser pagados uno a uno por nosotros las mayorías trabajadoras y las
nuevas generaciones. Para finalizar y más que nada acentuar que entendido de
esta manera ese crecimiento no es crecimiento, y la noción que nuestra mente
dibuja de progreso o prosperidad, al estar sostenida en bases falaces de la
retórica liberal se derrumba en cualquier momento y nos muestra su auténtica
estructura escondida detrás de las cortinas que nos resistimos a abrir por
miedo, indiferencia o bienestar momentáneo.
Aquiles Hervas Parra
20 de septiembre de 2015.
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