El mes de agosto del año 2015 el
movimiento indígena del Ecuador se movilizó a partir de una marcha que surgiría
desde el sur amazónico del país con destino al Paro Nacional con base en la
ciudad de Quito. Caminando con un
conjunto de demandas acumuladas en la historia de su resistencia bajo el poncho
y dejando una estela de indignación ante lo que todavía es un país severamente
marcado por la injusticia, desigualdad, desproporcionalidad de derechos y
anulación de la diversidad grita y alza la cabeza nuestro ser indio. Pero, no es precisamente la pugna política lo
que me interesa analizar, de hecho aprovecho para reprochar a toda esa clase
dirigencial del pasado y presente que ha abusado y aprovechado la causa de sus
hermanos, Este escrito va dedicado con especial énfasis a reflexionar sobre la
vigencia de varias taras propias de etapas supuestamente previas a la mal
denominada modernidad y que por lo visto están más vivas que nunca: el racismo
y los prejuicios.
-Son pobres utilizados por los
intereses de otros- dice una notable presencia de criterios a lo largo de la
opinión pública mestiza y citadina, grupo poblacional que vive en el interior
de las ciudades autoproclamados como modernos; y, que emite juicios que construyen
inmediatamente una arquitectura jerárquica de niveles de personas: los
manipulables (los otros) y los no manipulables (ellos), bautizando generalmente
entre los primeros a todas las formas humildes y populares de agrupaciones que
se movilizan por una causa social y común.
Ya lo he escuchado antes al referirse respecto a los estudiantes, trabajadores,
barrios populares, mujeres, afrodescendientes, y sobre todo, a los indígenas o
nacionalidades indígenas. Es decir es
una lógica mental relacionada con el ejercicio de poder, se habla mediante
prejuicios de todos aquellos otros que disponen a criterio subjetivo de menor valor
que el hablante en el marco de la forma en que atribuimos el valor en la actual
época, es decir el material, tangible o también instrumental-útil.
Entonces nace la incógnita: sí
los que vivimos en la ciudad, más aún quienes formamos parte de la mal llamada “clase
media”, somos tan inteligentes y expertos como para ser los únicos que jamás
seremos manipulados ya nuestra tradición además es de los que casi nunca nos
movilizamos en forma colectiva y orgánica porque debemos trabajar, progresar o
hacer algo útil, ¿por qué los problemas estructurales de la ciudad y el país siguen
tan graves? Será entonces que los eternamente “manipulados” quizá no se
equivocan al salir luchar, o al menos no
son tan “tontos” como los describen. Recordemos,
son esos sujetos adjetivados los únicos que han logrado determinar el fin o
caída de gobiernos que asaltaron y robaron las economías de las mayorías (clases
populares y medias incluidas) en períodos pasados, lo hicieron con la legítima
necesidad de brincar a las calles y tomarse los espacios públicos con actos de
violencia en ese entonces justificada por todos y todas los que desde la comodidad
de sus casas esperaban ansiosos el desenlace a sus problemas.
Somos mucho más utilitaristas de
lo que pensamos, nos parecen salvajes las luchas hasta cuando nuestro bolsillo
está afectado, nos parecen brutos los marchantes hasta que uno de nuestros
problemas está en sus pliegos, nos parece ilógico el paro porque seguimos
consiguiendo el alimento a la vuelta de la esquina o a lo mucho en los mercado,
nos parece violenta la movilización hasta cuando a mí me toca gritar o atacar porque
me ofendieron o eliminaron las vías de diálogo.
Decirles utilizados, manipulados, salvajes, violentos, agresivos a
quienes por quinientos años vienen luchando su legítimo derecho al agua, tierra,
dignidad e igualdad de oportunidades, es sin lugar a dudas un acto racista, un
prejuicio obstinado desde las bases de la ignorancia de la historia y sobre
todo de la absoluta ausencia de empatía ante la realidad que por cientos de
años ha vivido el pueblo indígena.
No señorxs los tontos no son ellxs, lo hemos
sido nosotrxs los urbanos que nos avergonzamos de nuestras raíces, los que
vivimos solamente pensando en el presente sin recordar nuestra memoria ni
definir qué deseamos para una real felicidad futura; ellos, nuestra etnia,
nuestra orgulloso lado indígena, el que todos llevamos marcado en la vida
porque descendemos del campo, de la Abya Yala siempre han tenido el sabio
acierto de sentir cuándo un gobierno es sincero y cuándo es falso. El de ahora, ha demostrado en suficientes y
evidentes muestras que es un shampoo ideológico-discursivo del pasado al que
supuestamente combate, tuvieron mucho dinero y cuando hay abundancia cualquiera
puede decir que es de izquierda, popular, progresista o revolucionario, es en
la escases y la crisis cuando se prueban los ideales de justicia, igualdad,
dignidad y vida. Gracias hermanxs
indígenas porque ya tenemos una referencia popular que ponga claramente la
dialéctica de clase del contexto actual y futuro; de la disputa contra el
sistema capitalista y neoliberal en este gobierno y los que vengan.
Aquiles Hervas Parra
15 de agosto de 2015.
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