Disociemos de inmediato la idea del correísmo con los ciclos de
respuesta al neoliberalismo, sin lugar a duda el balance final de la etapa de
diez años ha perfeccionado condiciones estructurales de dependencia hacia los
nodos pequeños y grandes del capitalismo transnacional. Por lo tanto en este imbricado panorama hay
dos realidades: el correísmo se terminó y después de éste nacerá algo nuevo en
la medida que generacionalmente asumamos el reto como sociedad de retomar la
respuesta cíclica a los tiempos que se vienen y que en parte ya estamos viviendo. Los correístas se aferran a la asociación de
ellos, en especial de su mesiánico líder, como única forma de esperanza; los
anticorreístas decentes se hallan ciegos en su polarización legítima frente al
abuso del poder del período aceptarán como válida cualquier programa en la
medida que se mantenga como anticorreísta.
Estas dos vías son peligrosas, Carl Jung decía “El péndulo de la mente
alterna entre sentido y sinsentido, no entre el bien y el mal”, por lo cual no
es reprochable la posición que hoy los ciudadanos tomen, lo reprochable sería
no asumir la obligación histórica de elevar la mirada más allá de lo inmediato,
sea del pasado o futuro. El ciclo de
crisis del capital, sus efectos y las fluctuaciones de la economía mundial, así
como la debilidad estructural de nuestra economía nacional no se han agotado,
me permitiría aseverar que está incorporándose a su etapa más delicada,
cuestión que además de ser enunciada en este artículo debe ser contrastada en
números y tesis rígidas. Ante tal inminencia nuestro deber es moldear formas
alternativas de política, economía y ética para encarar ese futuro cercano;
responder a los autodenominados progresistas que sus períodos de gobierno no
son la determinación del fin de ciclo, cuestión además de arrogante, perversa,
así como desmentir a los anti progresistas con su cortina de salvadores solo
por el hecho de presentarse como opción ante la coyuntura y el miedo. Los héroes y las víctimas siempre serán una
señal de la mentira, y ante ello el único camino es buscar decididamente la
verdad, al menos pretender una versión humilde y sencilla de ella. El correísmo se termina, se debe terminar,
por el dolor que ha provocado en amplios sectores de la sociedad, pero no
podemos conformarnos solo con ello, ya sabemos lo que estuvo incorrecto, ya lo
hemos denunciado y su única continuidad debe ser la respuesta social, civil y
legal frente a la justicia, la cual deberá operar con la misma fuerza que opera
con la gente humilde. Este ciclo culmina
y de quejas no vive la sociedad, es pertinente este instante presentar
alternativas, construir programas, edificar utopías con tiempo y espacio,
pincelar caminos posibles. Si la
justicia no se encarga de Rafael Correa Delgado la historia lo hará, no conozco
impunidad lenta en términos de la evaluación final, pero eso nada hará por
nosotros la siguiente década, somos los ciudadanos de carne y hueso, los
sencillos integrantes de la comunidad los que tomamos o no tomamos las riendas
de las circunstancias, por ello lo único que nos dice este final es la
invitación a no reproducir el la realidad que denunció el emblemático grafiti
quiteño post-independencia “Último día del despotismo (correísmo) y primero de
lo mismo”.
Aquiles Hervas Parra
5 de diciembre de 2017
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