sábado, 12 de noviembre de 2016

LA AGONÍA DE LOS TAURINOS





No puedo dejar de iniciar este texto con la aceptación de que un año más durante dos fechas celebratorias para la ciudad de Riobamba más de dos decenas de toros han languidecido en manos de sádicos a los que se llama de forma impropia artistas, pese a que de creación o reproducción de las emociones y sensibilidad de la vida no tiene nada, tal como sentenciaría el pintor y escultor de mediados del siglo XX Wolf Vostell “arte es vida, vida es arte”.  Más aún y a pesar de que la prolongación durante este año de la corrida taurina puede oler a derrota, con cabeza fría y objetividad histórica la realidad es otra.  Agoniza de forma acelerada la tradición de cada vez menos creyentes de la cultura de la muerte; éstos, en afán desesperado apelan a abstractos discursos de la libertad y derechos ajenos a la comprensión social de la convivencia en una matriz de vida común donde la violencia afecta a quienes aunque sin asistir observan como normalizada la muerte por placer.  Si existe una forma de evolución es la de la bondad y sensibilidad, tales inclementes no poseen estas virtudes y se han quedado anacrónicos en el tiempo, rezagados en términos éticos y con la intención egoísta de amarrar a su localidad con ellos, Riobamba de hecho en este siglo ha experimentado profundos atascos comparados con otras localidades justamente por mantener una inútil nostalgia de pocos individuos a un pasado en creces trascendido, el de tradiciones sin sustento ni fundamento racional o sensato, no me refiero tampoco con esto al falso discurso de la modernización, ni mucho menos del progreso, se trata más bien de la suspensión en el tiempo con retazos de prácticas frenadoras de otra forma de ver la vida, se trata de una posición axiológica de amplio espectro.  En este sentido aquí vale desmontar una falsa idea, no son los abolicionistas el enemigo real de los taurinos, los activistas defensores de los animales y sobre todo los más coherentes con la no violencia mantienen su foco concentrado en la salvaguardia del animal, el antagonista por excelencia del taurino es y será su propia prole, salvo escasas y lamentables excepciones la siguiente generación no se ha adherido a la costumbre incongruente de sus padres, los debates más álgidos y donde no hay paso a la arrogancia de los crueles espectadores del dolor con posiciones cerradas se celebran en casa, a sus hijos quieran o no les deben tolerar sus sanas posturas de sensibilidad con la vida animal, con la noción evidente de derechos para todos los seres vivos.  Por estos motivos es que preocupa tanto que el obcecado intendente de policía de la provincia haya otorgado permiso para la asistencia de menores de edad al denominado show de recortadores con la argucia legal de que en éste “no se provoca maltrato animal”, soberana ignorancia del Derecho y el entendimiento razonado de la ciencia social contemporánea respecto de la violencia, imaginamos que la autoridad asocia maltrato con contacto físico, si es esa la razón del permiso increpamos al funcionario a leer vasta documentación sobre todas las formas de violencia y maltrato existentes.  Los padres taurinos procuran influir en los niños cuando éstos aún no disponen de capacidad para tomar decisiones, vil acto de abuso de la confianza de sus criaturas, sembrar en sus etapas tempranas y formativas gustos ante los cuales no poseen la libertad de pensar por sí mismos esa si es una verdadera coacción a la libertad y no la abstracción a la que recurrentemente apelan, so pesar de ello seguros estamos de que con el contexto de rechazo a estas prácticas a nivel mundial la mayoría contundente de jóvenes después con consciencia se desalinearán.  Esta mala guía nos recuerda a los siglos XVI y mediados del XVII cuando el hombre golpeaba a la madre en presencia de sus hijos como enseñanza del ejercicio de autoridad, patriarcal y enferma por supuesto, pero normalizada en aquella época, ahora semejante barbaridad nos resultaría inconcebible y contraria al sentido común de cualquiera salvo inestables excepciones.  Estos errores garrafales de las autoridades podrán demorar esta transición ética de la ciudad pero sépase estimados lectores que es inminente, las corridas de toros viven inevitable agonía, nos duele en el alma que la última estocada a la tradición implicará el sacrificio de algunas vidas ovinas más, empero como todo en la historia, de la sangre de los caídos surgirá el abono para la vida del futuro.

Aquiles Hervas Parra
12 de noviembre de 2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario