Es vital el concepto de democratización como correlativo
y hasta cierto punto antagónico de la concepción de democracia, más aún si revisamos
que ésta, en su forma general ha sido instrumentalizada hacia fines de la política
hegemónica geo-global, en el mismo concepto de democracia con el cual por
ejemplo la potencia imperial norteamericana ha invadido una y otra vez naciones
catalogadas como antidemocráticas en su matriz útil del término “en la idea de
democracia existe por consiguiente, una tensión entre realidad y valores
cambiantes” (Sartori), entonces tener claro que la democracia
entendida desde la versión periférica implica la necesidad de la
democratización como acción de ampliación de derechos ya es en sí una posición
ético-política de partida “que la democracia es […] no puede ser desligada de aquello que la
democracia debería ser” (Iazzetta, 2013). Esto además de dar una postura global puede aplicarse
a todas las formas de estructuras internas de un país o hasta de una familia,
la democratización de las decisiones desde el centro de poder hacia sus
respectivas periferias relacionales. Esta tarea es histórica, de larga data y
será siempre inacabada y pendiente, quizás no existe un punto ideal de llegada
en este tema, estaremos en permanente construcción de las formas democráticas “La experiencia
histórica indica que no existe democracia -incluso aquellas de mayor antigüedad- que
pueda reposar en la confianza de que ha sido conquistada de una vez para
siempre” (Iazzetta, 2013), por ello el
ejercicio por la común participación de lo público y la inclusión en una forma
estructural tendiente a la exclusión son tarea de permanente creación y
recreación dentro del espectro de lo que concebimos como social a pesar de que
inminentemente “la vida se ha puesto al servicio del
capital. La vida se entiende como una mercancía que debe ser rentable” (Gómez, 2016). ¿Cuán democráticas son nuestras democracias? (Dahl) es la
pregunta fundante para poner en cuestionamiento la democracia en sí pero además
la razón en tanto hoy opera funcional y desarmada de su capacidad cuestionadora
de génesis, la forma en que hemos instrumentalizado la idea de libertades
civiles, derechos y su discurso de democracia son prueba fehaciente de que como
lo plantearía Walter Benjamin en sus reflexiones sobre la historia “las clases
trabajadoras se han aletargado en una falsa idea de progreso”, tal cuestión ha
terminado por adormecer a la razón. El futuro, allí listo para ser construido
jamás sentenciado por destinos impropios de la condición de lucha que nos
corresponde.
Aquiles Hervas Parra
20 de noviembre de 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario