viernes, 14 de octubre de 2016

POR QUIEN NO VOTAR




La democracia representativa moderno-occidental está en crisis, no escogemos la mejor opción sino castigamos a quién está en el poder o a quién no queremos que llegue al mismo, esta afirmación de ninguna manera justifica a la corrupta elite política que gobierna nuestras naciones en el mundo, más bien procura realizar un acercamiento radiográfico al problema de la delegación del mandato que efectuamos periódicamente con las elecciones.  Cada cierto tiempo el pueblo, entendido en su más amplio espectro, tiene la oportunidad de efectuar el acto de transmisión de su voluntad individual y colectiva hacia sujetos que reciben delegación de poder en virtud de sus propuestas para la administración de las instituciones (estados, provincias, localidades), sin embargo algo sucede con este proceso democrático fundado en la Ilustración que, por un lado no existen programas de proposición y cuando los hay éstos no son los que evalúan y analizan los votantes.  Con honrosas excepciones el grueso tendencial de la población se concentra en el ejercicio de un voto moralista y juzgador, cosa que no es del todo negativa, pero que al no estar acompañada de la búsqueda de la mejor opción termina por ser un acto exclusivamente sancionador, votamos contra alguien y no por alguien en quien confiamos, es decir pensamos mucho más por quien no votar que por quien hacerlo.  Es por ello que la segunda opción se convierte en nuestra solución práctica y fácil para concretar nuestro ejercicio de escarmiento ¿Legítimo? Por supuesto, pero finalmente insano para la democracia entendida en su sentido de construcción de poder popular, ya que en un período después reiteramos este ciclo y a quien habíamos electo con ese motivo de eliminación del anterior se convierte en el nuevo problema y así sucesivamente vamos eligiendo candidatos de los cuales poco o nada sabemos con el fin de ajusticiar a los que están en el poder.   El momento en que optamos por esta cómoda manera de votación debilitamos el tejido social, permitimos tanto a quienes están en las instituciones como quienes pretenden sustituirlos degeneren acelerada y progresivamente la cultura política; la demanda de los votantes se traslada a una especie de talk show mediático de campañas obscuras y por tanto la oferta de los partidos y movimientos así como de sus candidatos se convierte en el desnudamiento de defectos personales entre unos y otros, el lanzamiento de lodo, injurias, calumnias o sobredimensionamientos de elementos que resultan espurios para las necesidades del país, los proyectos quedan para un décimo plano y la discusión política se transforma en el mutuo ataque ping-pong de basuras.  Esta base trastoca las estructuras y aviva la ebullición de sistemas sociales desprovistos de calidad democrática que deterioran a las comunidades, naturalizan la corrupción y prolongan las extremas desigualdades e injusticias. Noam Chomsky dice “Si no desarrollas una cultura democrática constante y viva, capaz de implicar a los candidatos, ellos no van a hacer las cosas por las que los votaste. Apretar un botón (hacer una raya) y luego marcharse a casita no va a cambiar las cosas”. Para reflexionar en casa, barrio y comunidad.

Aquiles Hervas Parra
13 de octubre de 2016

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