Transcurridas
cinco décadas desde que estalló el conflicto, el hermano pueblo colombiano y de
alguna manera todos nosotros como latinoamericanos, se hallan próximos a
definir un giro histórico para su vida contemporánea. Alinearse con la negación del acuerdo en
función de lo que plantea el ex presidente Uribe significa plantear un ilógico
y sin sentido, por lo cual quien escribe prefiere dar por hecho el positivo resultado
electoral del plebiscito.
Indistintamente de los varios efectos parciales que aparezcan con el
tiempo, lo avanzado mediante suscripción de la paz es exponencialmente mejor
que el estado actual de la vida de los colombianos, en especial de las zonas
rurales, lo que se aproxima después no es simple, el camino no se presentará
llano, varias dificultades deberán ser sorteadas con creatividad, paciencia y
empatía, lograr la reconciliación es un paso trascendental que no siempre deviene
de la lógica mental, demandando más bien sabias reflexiones de mayor calaje en
los seres colectivos. El futuro puede ser supuesto con cierta
objetividad mediante la mirada consciente del pasado, y la historia del
continente entrega procesos símiles en la región. En diciembre de 1996 la Unión Revolucionaria
Nacional de Guatemala (URNG) firmó después de nueve años de negociaciones la
paz con el gobierno de Guatemala, después de tres décadas de guerra resultado
de los extremos niveles de pobreza que vivía -y vive- el pueblo
centroamericano. Solemnizados los
documentos y frenado el estruendo de las balas han recorrido veinte años y la
extrema vulnerabilidad de las clases desfavorecidas permanece como condición
estructural, por ello en el debate colombiano implícita en la discusión
inmediata de la violencia construida alrededor del conflicto deben correr voces
de responsabilidad asumida como sociedad de los problemas sociales que dieron
origen a la necesidad del uso de la violencia, además del muy difícil inconveniente
de la droga. Si esto no se asume ahora,
mañana otras formas de ruido bélico llamarán a la puerta de una historia que aunque
se empeña en cerrarse no descubre el picaporte del bienestar social.
Aquiles
Hervas Parra
1
de octubre de 2016
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