domingo, 30 de octubre de 2016

LA HOJA SECA



Y la soledad pretende convertirse en referente, trescientas veces el segundero golpeó al tiempo enfrentando la inundación de nostalgia que rodeó el instante, ella sutilmente erigida frente a su espejo se consultaba en constantes y reiterados agujazos de memoria.  Él, cobarde e impasible, no salía del hueco al cual sus aventuradas decisiones lo habían llevado. ¿Por qué habríamos de dedicarle tantas palabras a la obscuridad? Si jamás creímos en ella, jamás creímos siquiera en la existencia de luces únicas.  Ese foco débil, amilanado -ante tanto y tan amplio espacio- no lograba mostrar sus rostros; eran una y otra vez los alegres tormentos de sus recuerdos los que estampaban en sus frías caras la incertidumbre del futuro.  La esperanza necesita más palabras, la alegría requiere que la describan, las sonrisas demandan preludios.  Entonces la hoja seca se resiste a caer, la raíz que a fin de cuentas es quien escribe la historia ordena a las ramas revivir el flujo de vida.  Puede decidir entregarse a la libertad, esa hoja infame que no mira otro destino sino el de su desesperación, no se suelta, ni se desploma; seca y se seca, aferrada a la noción de aquellos días celestes, sostiene un hilo de anhelos e irradia confianza.  Allí justo en el marrón triste de esa hoja seca, se implanta la prospectiva de una relativa felicidad, no te sueltes hoja seca -no te sueltes nunca- que el piso no es sentido, ni la gravedad dirección, que el viento sin aromas no lleva a la certidumbre y el día sin sonidos (jamás ruidos) parece noche.  Te volveré papel, y mi inspiración lápiz, te arrasaré la superficie con rebeldes y radiantes letras, lloverás riendo, te haré el amor con la mano, y vale aclararte que será, con la mano izquierda. 

Aquiles Hervas Parra
30 de octubre de 2016.

viernes, 21 de octubre de 2016

NI UNA MENOS



El continente americano retumbó esta semana con la convocatoria al -Paro Mundial de Mujeres- frente al terrible problema de la violencia de género actual; los números son claros, una mujer muere cada día, otra es violada cada treinta minutos, entre muchos otros cientos de indicadores objetivos de la situación.  Posiblemente los números fríos no reflejan lo que las historias de asesinatos, flagelación, empalamiento, descuartizado, violación colectiva y en general la sucesión de dolorosos hechos cotidiano que tienen como elemento común y repetido al mismo sujeto, la mujer.  No significa que los hombres no morimos, pero nuestro énfasis está dirigido hacia otros motivos tendenciales, que no obedecen al género que tenemos.  En general y por propensión la mujer muere por ser mujer, quien no comprenda ello carece de sensibilidad o de percepción de la realidad, toda forma de posición que tome el juicio y no el encuentro con la realidad-vida tiende a convertirse en un prejuicio.  Digo esto porque una vez convocada la gran jornada feminista en la región latinoamericana con sendas marchas en varios países no han faltado las voces reaccionarias de hombres (y lastimosamente con eco de algunas mujeres también) que acusan al feminismo de reproducir el machismo inverso, es decir lo ponen como errónea equivalencia, sea esto por falta de información sobre qué es el feminismo en términos históricos o por conveniencia para no perder los privilegios de la sociedad patriarcal esta posición es una amenaza a los avances sociales que como humanidad debemos tener ante la violencia.  Con esta posición tampoco deseo purificar a la mujer en tanto tal y justificar el accionar de todas las formas de feminismo, también existen minúsculos grupos que no representan a la corriente histórica y que han elevado una equivocada lectura binaria de la realidad, cual si esta bronca fuera entre hombres y mujeres; el hombre no es macho en cuanto hombre, se construye socialmente como tal bajo el esquema cultural de una sociedad patriarcal, por lo tanto su falo no carga la culpa biológica por la cual de forma natural debería ser mirado como amenaza, eso sí, ese falo nos adjudica casi de inmediato (niñez, juventud, en adelante) notorias libertades propias de estas sociedades que han subyugado a la mujer, pero no legitiman la sanción inmediata o la desconfianza.  Ser hombre feminista es más fácil, por supuesto, pero terrible error histórico el de cerrar las filas y declarar amenazas naturales, todo sistema de poder ha buscado la división de los sujetos subalternos para la prolongación de sus formas de dominación, excluyendo estamos aportando al sistema más que logrando la lucha buscada.  Los hombres que sin ningún miedo ni vergüenza nos asumimos como feministas tenemos la obligación inmediata de cuestionar nuestra posición de privilegios y los actos que a diario ejercemos en las relaciones con el género; las mujeres que asumen la lucha de género deben responder con contundencia ante toda forma de hembrismo y defender con la misma convicción a todo sujeto que se encuentre en situación de violencia.   Ponerse, en el campo de lo posible, la piel de la mujer no es sencillo, ponerse en los zapatos de quien vive atacado por racismo, neocolonialismo, explotación laboral y cualquier forma de violencia, material/simbólica, es un reto de extrema sensibilidad, sin embargo mientras vamos desatando tan complejos nudos, asumir y tener posición frente a cada una de estas formas de opresión es lo mínimo, reivindicarse como parte de la solución implica el compromiso ético-político de cada uno de nosotros tanto en cuanto sujetos y colectividad.  No queremos que una sola mujer más muera o se sienta insegura en las hostiles calles, queremos ser libres y respirar alegría en un mundo donde quepamos todas y todos indistintamente de nuestras diferencias. 


Aquiles Hervas Parra 
20 de octubre de 2016.

viernes, 14 de octubre de 2016

POR QUIEN NO VOTAR




La democracia representativa moderno-occidental está en crisis, no escogemos la mejor opción sino castigamos a quién está en el poder o a quién no queremos que llegue al mismo, esta afirmación de ninguna manera justifica a la corrupta elite política que gobierna nuestras naciones en el mundo, más bien procura realizar un acercamiento radiográfico al problema de la delegación del mandato que efectuamos periódicamente con las elecciones.  Cada cierto tiempo el pueblo, entendido en su más amplio espectro, tiene la oportunidad de efectuar el acto de transmisión de su voluntad individual y colectiva hacia sujetos que reciben delegación de poder en virtud de sus propuestas para la administración de las instituciones (estados, provincias, localidades), sin embargo algo sucede con este proceso democrático fundado en la Ilustración que, por un lado no existen programas de proposición y cuando los hay éstos no son los que evalúan y analizan los votantes.  Con honrosas excepciones el grueso tendencial de la población se concentra en el ejercicio de un voto moralista y juzgador, cosa que no es del todo negativa, pero que al no estar acompañada de la búsqueda de la mejor opción termina por ser un acto exclusivamente sancionador, votamos contra alguien y no por alguien en quien confiamos, es decir pensamos mucho más por quien no votar que por quien hacerlo.  Es por ello que la segunda opción se convierte en nuestra solución práctica y fácil para concretar nuestro ejercicio de escarmiento ¿Legítimo? Por supuesto, pero finalmente insano para la democracia entendida en su sentido de construcción de poder popular, ya que en un período después reiteramos este ciclo y a quien habíamos electo con ese motivo de eliminación del anterior se convierte en el nuevo problema y así sucesivamente vamos eligiendo candidatos de los cuales poco o nada sabemos con el fin de ajusticiar a los que están en el poder.   El momento en que optamos por esta cómoda manera de votación debilitamos el tejido social, permitimos tanto a quienes están en las instituciones como quienes pretenden sustituirlos degeneren acelerada y progresivamente la cultura política; la demanda de los votantes se traslada a una especie de talk show mediático de campañas obscuras y por tanto la oferta de los partidos y movimientos así como de sus candidatos se convierte en el desnudamiento de defectos personales entre unos y otros, el lanzamiento de lodo, injurias, calumnias o sobredimensionamientos de elementos que resultan espurios para las necesidades del país, los proyectos quedan para un décimo plano y la discusión política se transforma en el mutuo ataque ping-pong de basuras.  Esta base trastoca las estructuras y aviva la ebullición de sistemas sociales desprovistos de calidad democrática que deterioran a las comunidades, naturalizan la corrupción y prolongan las extremas desigualdades e injusticias. Noam Chomsky dice “Si no desarrollas una cultura democrática constante y viva, capaz de implicar a los candidatos, ellos no van a hacer las cosas por las que los votaste. Apretar un botón (hacer una raya) y luego marcharse a casita no va a cambiar las cosas”. Para reflexionar en casa, barrio y comunidad.

Aquiles Hervas Parra
13 de octubre de 2016

sábado, 1 de octubre de 2016

COLOMBIA DESPUÉS DE LA PAZ


Transcurridas cinco décadas desde que estalló el conflicto, el hermano pueblo colombiano y de alguna manera todos nosotros como latinoamericanos, se hallan próximos a definir un giro histórico para su vida contemporánea.  Alinearse con la negación del acuerdo en función de lo que plantea el ex presidente Uribe significa plantear un ilógico y sin sentido, por lo cual quien escribe prefiere dar por hecho el positivo resultado electoral del plebiscito.  Indistintamente de los varios efectos parciales que aparezcan con el tiempo, lo avanzado mediante suscripción de la paz es exponencialmente mejor que el estado actual de la vida de los colombianos, en especial de las zonas rurales, lo que se aproxima después no es simple, el camino no se presentará llano, varias dificultades deberán ser sorteadas con creatividad, paciencia y empatía, lograr la reconciliación es un paso trascendental que no siempre deviene de la lógica mental, demandando más bien sabias reflexiones de mayor calaje en los seres colectivos.   El futuro puede ser supuesto con cierta objetividad mediante la mirada consciente del pasado, y la historia del continente entrega procesos símiles en la región.  En diciembre de 1996 la Unión Revolucionaria Nacional de Guatemala (URNG) firmó después de nueve años de negociaciones la paz con el gobierno de Guatemala, después de tres décadas de guerra resultado de los extremos niveles de pobreza que vivía -y vive- el pueblo centroamericano.  Solemnizados los documentos y frenado el estruendo de las balas han recorrido veinte años y la extrema vulnerabilidad de las clases desfavorecidas permanece como condición estructural, por ello en el debate colombiano implícita en la discusión inmediata de la violencia construida alrededor del conflicto deben correr voces de responsabilidad asumida como sociedad de los problemas sociales que dieron origen a la necesidad del uso de la violencia, además del muy difícil inconveniente de la droga.  Si esto no se asume ahora, mañana otras formas de ruido bélico llamarán a la puerta de una historia que aunque se empeña en cerrarse no descubre el picaporte del bienestar social.

Aquiles Hervas Parra

1 de octubre de 2016