Sin miedo a equivocarnos, la ética es uno
de los debates más profundos y controvertidos del siglo XXI -como herencia del
siglo anterior-, en palabras del
existencialista Albert Camus en su libro el Hombre Rebelde “un hombre sin ética es una bestia salvaje
soltada a este mundo”. El
bien, el mal, la ubicación de los actos de las personas en cualquiera de estas
dimensiones se definen por una diversidad infinitamente plural de perspectivas
sobre la realidad y construcciones subjetivas de historia de vida en cada
persona, produciendo el efecto post causal de indeterminación previa: nada está
predeterminado, y más bien nuestros actos -eminentemente humanos- dejan de
cualificarse a priori para juzgarse a posteriori. Es decir somos responsables por lo que
hacemos y no acostumbramos a reflexionar ante lo que debemos -o no- hacer. La ética en los albores de la modernidad es
un conflicto en sí. Qué decir ante ello;
para empezar, que es un deber social deontológico comprender el proceso conceptual
de la ética como concepción pragmática de la filosofía, recordemos que ésta está definida tradicionalmente como una
rama de la filosofía, ocupada
del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. La palabra proviene del latín ethĭcus, y este del griego antiguo ἠθικός, o transcrito a nuestro alfabeto hispánico, "êthicos". Es preciso diferenciar al "êthos",
que significa "carácter", del "ethos", que significa
"costumbre", pues "ética" se “sigue de aquel sentido y no
es éste” como afirmaría Corominas en su Diccionario sobre Filosofía. Desconocer esta diferencia lleva a la
confusión entre "ética" y "moral", pues esta última nace de
la voz latina "mos, moris", que significa costumbre, es decir, lo
mismo que "ethos". Si bien algunos sostienen la equivalencia de ambas
nociones, en lo que a su objeto respecta es crucial saber que se originan a
partir de conceptos diferentes y su ejercicio de aplicación es diametralmente otro. La visión clásica de la ética permite valorar
los actos de un ser humano que han sido efectuados en libertad, es decir con el
único control de su racionalidad, y definir tales actos como saludables o
perjudiciales. Savater en su célebre libro
sobre la Ética escrito a su hijo Amador, propone el concepto de ética como “el arte de vivir, el saber vivir, por lo
tanto el arte de discernir lo que nos conviene lo bueno y lo que no nos
conviene lo malo”, es decir un ejercicio de distinción entre lo uno y lo
otro, lo correcto de lo incorrecto. El
proceso de discernimiento no es sencillo, como tampoco lo es el de imprimir un
cuerpo normativo que ejerce una línea de orientación hacia esa finalidad
definidora del correcto o incorrecto accionar, cuestión que pone en duda la existencia
de categorías naturales como el bien y el mal, de hecho a mi criterio, éstas
clases no existen y peor como naturales, tan solo son nociones efecto de
nuestra percepción y construcción histórica de vida, pero, sobre eso hablaremos
en una siguiente reflexión. La idea es
que estas letras analíticas quieren convertirse sobre todo en una invitación a
los lectores para meditar y discutir nuestras formas de relacionamiento con la
sociedad y los otros, ser en los otros; construyendo así el horizonte de guía
de las voluntades individuales, siempre comprometidas con la situación y convivencia
colectiva. No existe aspiración legítima
a la felicidad sin seres que la apliquen en plenitud debates sobre su actuación.
Aquiles Hervas Parra, Antrop. Abog.
6 de septiembre de 2015
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