sábado, 15 de abril de 2017

MIENTRAS LOS NIÑOS RÍEN, BUQUES DE GUERRA AVANZAN



Doce o veinte pájaros acompasan el sonido de la risa de los niños, ¿Se avecina la tercera guerra mundial?, incierto y de sorpresa, como todo conflicto, llega sin aviso, cuándo, dónde, por qué.  Isaac Asimov en su obra -Vida y Tiempo- sentenciaba: “Solo hay una guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su propia extinción”.  Idea que además de sabia reúne la situación de pertinente necesidad.  Hoy, mientras los pájaros cantan y los niños ríen, portaviones estadounidenses navegan cerca de los mares norcoreanos, buques rusos son detectados en radares británicos, todas éstas “potencias” con manejo legal de ojivas nucleares.  ¡Qué lejos los continentes pero que cerca la muerte! Par de imbéciles que aprieten el botón sin conciencia del alcance de sus armas y todos, absolutamente todos, los humanos en este planeta nos desprendemos de esta vidorria, rogando que sea inmediatamente y no por prolongados efectos.  El catastrofismo es recurso flojo, sin embargo ha sido históricamente la única forma de llegar a la sensibilidad breve del oyente, lector o cualquier otro tipo de sujeto pasivo/a para asumir la mínima dosis de preocupación ante el estado de la historia.  Más ha podido nuestro instinto a la supervivencia que las posiciones éticas, procuraremos en lo catastrófico montar algo de discernimiento deontológico, al fin y al cabo aparte de querernos ver vivos se trata de la posición que tomemos ante ese dolor, obviando la dosis suficiente de hipocresía no hay violencia que deje de permear el odio y si en algo estamos hemos especializados como especie irracional es en aprender/enseñar a odiar.  Latinoamérica no está a un planeta de distancia de las balas, nos enseñaron mal en las escuelas aquello de que la segunda guerra mundial se ejecutó solo al otro lado del océano, patrañas, disfraces que se obstinan en mostrarnos cual afortunados o inmunes, edificaciones falsas construidas por las mismas brillanteces intelectuales que describen a la región tan secundaria e insignificante en los mercados globales.  Si lo que usted estimado/a lector desea percibir es que ninguna guerra tocará a su puerta está en el artículo equivocado, su puerta está fabricada con los retazos de quinientos años de sistema mundo en los cuales no ha existido centímetro impermeable a las redes del flujo del capital.  Encuentro dos simples pero tremendas ventajas en esto: la primera, podríamos dejar de ser irrelevantes en la geo-vida y tal posibilidad con algo de visión en quienes nos gobiernan o en nosotros, el verdadero poder popular, sabiendo exigirlo no costaría ni una sola bala, soldado, tanque, avión, que además no lo tenemos al plusnivel bélico potencial.  Sabias y mesuradas posturas políticas con claras condiciones éticas ante la inminencia de la extinción serían los complejos requisitos para reubicar a esta apaleada región en otra realidad alternativa, todo en nombre de la supervivencia a escala global. Segundo, comprendamos sin indiferencia que nosotros inconscientemente (para la mayoría de los casos) aportamos a los motivos por los que los de arriba ponen a morir a los de abajo, mediante el consumo y flujo de bienes-servicios del mercado mundial, y que conscientemente podríamos salir de ello con el ejercicio progresivo y acelerado de boicot comercial, encarando la exagerada cantidad de satisfacciones innecesarias, creadas y moldeadas, con los recursos territoriales que disputan los poderes hegemónicos.  No se trata de catastrofismo sino de voluntad responsable, los de abajo si podemos acabar con eso de arriba, el día que dejemos el arma que ponen en nuestra mano y abandonemos la absurda valoración material de la existencia, está en tus decisiones efectuar ese ligero movimiento y evitar el fin de la vida tal como la conocemos, ahora, no mañana.

Aquiles Hervas Parra
15 de abril del 2017

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