Doce o veinte pájaros acompasan el sonido de la risa de los niños, ¿Se
avecina la tercera guerra mundial?, incierto y de sorpresa, como todo conflicto,
llega sin aviso, cuándo, dónde, por qué.
Isaac Asimov en su obra -Vida y Tiempo- sentenciaba: “Solo hay una
guerra que puede permitirse el ser humano: la guerra contra su propia extinción”.
Idea que además de sabia reúne la
situación de pertinente necesidad. Hoy,
mientras los pájaros cantan y los niños ríen, portaviones estadounidenses
navegan cerca de los mares norcoreanos, buques rusos son detectados en radares
británicos, todas éstas “potencias” con manejo legal de ojivas nucleares. ¡Qué lejos los continentes pero que cerca la
muerte! Par de imbéciles que aprieten el botón sin conciencia del alcance de
sus armas y todos, absolutamente todos, los humanos en este planeta nos
desprendemos de esta vidorria, rogando que sea inmediatamente y no por prolongados
efectos. El catastrofismo es recurso
flojo, sin embargo ha sido históricamente la única forma de llegar a la
sensibilidad breve del oyente, lector o cualquier otro tipo de sujeto pasivo/a
para asumir la mínima dosis de preocupación ante el estado de la historia. Más ha podido nuestro instinto a la
supervivencia que las posiciones éticas, procuraremos en lo catastrófico montar
algo de discernimiento deontológico, al fin y al cabo aparte de querernos ver
vivos se trata de la posición que tomemos ante ese dolor, obviando la dosis
suficiente de hipocresía no hay violencia que deje de permear el odio y si en
algo estamos hemos especializados como especie irracional es en aprender/enseñar
a odiar. Latinoamérica no está a un
planeta de distancia de las balas, nos enseñaron mal en las escuelas aquello de
que la segunda guerra mundial se ejecutó solo al otro lado del océano, patrañas,
disfraces que se obstinan en mostrarnos cual afortunados o inmunes, edificaciones
falsas construidas por las mismas brillanteces intelectuales que describen a la
región tan secundaria e insignificante en los mercados globales. Si lo que usted estimado/a lector desea percibir
es que ninguna guerra tocará a su puerta está en el artículo equivocado, su
puerta está fabricada con los retazos de quinientos años de sistema mundo en
los cuales no ha existido centímetro impermeable a las redes del flujo del
capital. Encuentro dos simples pero tremendas
ventajas en esto: la primera, podríamos dejar de ser irrelevantes en la geo-vida
y tal posibilidad con algo de visión en quienes nos gobiernan o en nosotros, el
verdadero poder popular, sabiendo exigirlo no costaría ni una sola bala,
soldado, tanque, avión, que además no lo tenemos al plusnivel bélico potencial.
Sabias y mesuradas posturas políticas
con claras condiciones éticas ante la inminencia de la extinción serían los
complejos requisitos para reubicar a esta apaleada región en otra realidad
alternativa, todo en nombre de la supervivencia a escala global. Segundo, comprendamos
sin indiferencia que nosotros inconscientemente (para la mayoría de los casos)
aportamos a los motivos por los que los de arriba ponen a morir a los de abajo,
mediante el consumo y flujo de bienes-servicios del mercado mundial, y que
conscientemente podríamos salir de ello con el ejercicio progresivo y acelerado
de boicot comercial, encarando la exagerada cantidad de satisfacciones
innecesarias, creadas y moldeadas, con los recursos territoriales que disputan
los poderes hegemónicos. No se trata de
catastrofismo sino de voluntad responsable, los de abajo si podemos acabar con
eso de arriba, el día que dejemos el arma que ponen en nuestra mano y
abandonemos la absurda valoración material de la existencia, está en tus decisiones
efectuar ese ligero movimiento y evitar el fin de la vida tal como la conocemos,
ahora, no mañana.
Aquiles Hervas Parra
15 de abril del 2017
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