Anida especial valor simbólico en la hazaña que el 21 de abril de 1822
se gestaría en la llanura de la ciudad de Riobamba, símbolo que hemos observado
con poca hondura o que a su vez no hemos resaltado. Lo que en primera y vaga impresión podría ser
una pequeña localidad, es desde otra perspectiva uno de los símbolos más
cargados de futuro en la región latinoamericana. La batalla que dio definitiva independencia
administrativa a Riobamba se peleó con militares, voluntarios y estrategas de
todos los rincones de la patria grande americana. Su General y Mariscal principal era
venezolano, Antonio José de Sucre; el comandante que llevaría a cabo la acción
determinante del escuadrón de granaderos fue argentino; Juan de Lavalle; entre
las filas constaban escuadrones colombianos y peruanos: los Dragones y
Cazadores montados respectivamente, entre estos últimos se hallaban varios
chilenos incorporados; y, sobre todo, los integrantes del actual territorio
nacional ecuatoriano donde desatacaba el importante apoyo de varias zonas y los
firmes indígenas de las comunidades aledañas que respondieron a los llamados
del espíritu emancipador de la época, partícipes que la mayoría de
historiadores han omitido por invisibilidad o dándole menor importancia en unas
cuantas líneas o sub-renglones. Así el
denominado -Ejército Libertador del Sur- era una maravillosa composición de patriotas
de toda la región transfronteriza, pundonorosos sin egoísmo estrecho de límites
nacionales, visionarios de alto calado y compromiso lejos de sus hogares, que
derramaron su sangre y sudor donde nosotros en la actualidad caminamos sin
cadenas. Otro detalle de la batalla que
debe resaltarse con énfasis fue la notoria diferencia numérica entre los realistas,
más de cuatro centenas de soldados realistas frente a los libertarios con
noventa y seis hombres. Las tácticas
establecidas relativizaron la idea de lo
pequeño versus lo grande, esto segundo sucumbió impotente ante la sagacidad e
inteligencia implementada, cuestión que permitió dictaminar a la batalla como -el
más brillante combate de caballería de las guerras de Independencia- en el
criterio de varios historiadores. En tal sentido, la dignidad de este episodio
por el cual gozamos de instituciones propias no reside solamente en su valor
histórico sino además y sobre todo en la metafórica dimensión que esta sencilla
localidad tiene respecto del continente. Americanos de todos los rincones vinieron a
pelear junto a nosotros, por tanto hacia toda Nuestroamérica deberemos situar
nuestra mirada y acción, en este punto rugió la patria grande, en este punto
haremos eco hoy. La batalla de Tapi es el símbolo de la unidad
en rigor, la diversidad con posición compartida respecto del mismo principio
virtuoso, y aunque polisémico movía sus expectativas, la liberación. La batalla de Tapi es a la vez el símbolo de
falsedad de lo grande, el miedo residente en los mitos de grandeza estanca a
las mentes cobardes, aquellas que alzan la cabeza borran esas magnitudes y
brillan ingeniosas para acabar con gigantes.
Aún no somos libres, todavía vivimos en formas neocoloniales y es
oportuno recordar este 21 de abril nuestra deuda con el continente, para que de
este lugar que algunos llaman pequeño, desde el punto más cercano al sol, desde
el potente pueblo de las primicias y con el símbolo americano reunido en
nuestra Historia, irrumpan valerosas tramas tejidas de la siguiente emancipación. Batalla de Tapi, batalla de América; Sueño de
Riobamba Libre, sueño de Nuestroamérica.
Aquiles Hervas Parra
21 de abril del 2017
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