miércoles, 14 de diciembre de 2016

SOLOS NO SOMOS NADA



En una sociedad de culto a la individualización y estigmatización a cualquiera de los valores comunitarios cabe reafirmar que -solos no somos nada-.  Tal afirmación no equivale a decir que -solos no valemos nada- lo primero es una condición de existencia (ser social) y lo segundo una condición de validación (autoestima), aceptarnos en términos de valoración incluye auto reconocernos como partes atomizadas de la integralidad social, más aún si se trata de la comunitaria, y a la vez desconocer esa integralidad significa la no existencia, la anulación del ser.  En un mundo globalizado por el modelo capitalista imperante los criterios de individualización han sido exacerbados a tal punto que los sujetos hemos internalizado mitos en forma de ideología, pregonan y defienden las nociones de eficiencia como resultados inmanentes de la acción de la persona, esta ficción no existe en la realidad de la vida.  La comunidad, lo común y lo colectivo son la base de toda acción por más revestida de méritos enaltecidos.  El capital no existe sin la comunidad de obreros, hay quienes los explotan y quienes se complementan con ellos para hacer del trabajo un acto de reproducción y no de enajenación; el arte no preexiste sin entorno contextual de sociedad que haya influido al creativo para evocar su obra; la idea frente a los problemas que propone un sujeto se muere en la abstracción si una organización de otras y otros sujetos no le da movimiento con sostenibilidad en el tiempo y espacio; y, así sucesivamente podríamos ejemplificar todas las áreas de la vida.  La característica de organización no es patrimonio exclusivo de la especie humana; hormigas, abejas y muchas otras familias de animales funcionan inclusive mejor que nosotros, que nos jactamos de la capacidad de raciocinio que nos vuelve falsamente superior a éstas.  En la historia esto tampoco muestra mayores variaciones, el evolucionista Robin Ian Dunbar sentenciaba “las grandes ciudades surgieron hace siglos, pero nuestra vida social es la misma que hace cien mil años”, sin embargo nos empeñamos en reivindicar el individualismo idolatrado como mecanismo de desarrollo; esta falsedad que alabamos es precisamente la que nos limita en el terreno de lo real.  Si perdemos contacto con los otros, perdemos fuerza de manera automática y las condiciones de limitación, injusticia y desequilibrios de las relaciones se prolongan, la única manera de cambiar (nosotros y a nuestro medio) es redescubriendo nuestra potencia común.  Es difícil, sí, implica problemas de coordinación broncas permanentes entre los sujetos, por supuesto, pero es la única manera de sacudir verdaderamente la estructura que nos mantienen sometidos en estado de quietud y prolongan las formas del sistema que hoy persiste hegemónico, no esperemos a que sea una necesidad de supervivencia para empezar ese redescubrimiento de lo común.

Aquiles Hervas Parra
14 de diciembre de 2016

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