En una sociedad de culto a la
individualización y estigmatización a cualquiera de los valores comunitarios
cabe reafirmar que -solos no somos nada-.
Tal afirmación no equivale a decir que -solos no valemos nada- lo primero
es una condición de existencia (ser social) y lo segundo una condición de
validación (autoestima), aceptarnos en términos de valoración incluye auto
reconocernos como partes atomizadas de la integralidad social, más aún si se
trata de la comunitaria, y a la vez desconocer esa integralidad significa la no
existencia, la anulación del ser. En un
mundo globalizado por el modelo capitalista imperante los criterios de
individualización han sido exacerbados a tal punto que los sujetos hemos
internalizado mitos en forma de ideología, pregonan y defienden las nociones de
eficiencia como resultados inmanentes de la acción de la persona, esta ficción
no existe en la realidad de la vida. La
comunidad, lo común y lo colectivo son la base de toda acción por más revestida
de méritos enaltecidos. El capital no
existe sin la comunidad de obreros, hay quienes los explotan y quienes se
complementan con ellos para hacer del trabajo un acto de reproducción y no de
enajenación; el arte no preexiste sin entorno contextual de sociedad que haya
influido al creativo para evocar su obra; la idea frente a los problemas que
propone un sujeto se muere en la abstracción si una organización de otras y
otros sujetos no le da movimiento con sostenibilidad en el tiempo y espacio; y,
así sucesivamente podríamos ejemplificar todas las áreas de la vida. La característica de organización no es
patrimonio exclusivo de la especie humana; hormigas, abejas y muchas otras
familias de animales funcionan inclusive mejor que nosotros, que nos jactamos
de la capacidad de raciocinio que nos vuelve falsamente superior a éstas. En la historia esto tampoco muestra mayores
variaciones, el evolucionista Robin Ian Dunbar sentenciaba “las grandes ciudades
surgieron hace siglos, pero nuestra vida social es la misma que hace cien mil
años”, sin embargo nos empeñamos en reivindicar el individualismo idolatrado
como mecanismo de desarrollo; esta falsedad que alabamos es precisamente la que
nos limita en el terreno de lo real. Si
perdemos contacto con los otros, perdemos fuerza de manera automática y las
condiciones de limitación, injusticia y desequilibrios de las relaciones se
prolongan, la única manera de cambiar (nosotros y a nuestro medio) es
redescubriendo nuestra potencia común.
Es difícil, sí, implica problemas de coordinación broncas permanentes
entre los sujetos, por supuesto, pero es la única manera de sacudir
verdaderamente la estructura que nos mantienen sometidos en estado de quietud y
prolongan las formas del sistema que hoy persiste hegemónico, no esperemos a
que sea una necesidad de supervivencia para empezar ese redescubrimiento de lo
común.
Aquiles Hervas Parra
14 de diciembre de 2016
Agradable leerte amigo.
ResponderEliminarGracias compañero Pan. Abrazo
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