martes, 20 de diciembre de 2016

VIOLENCIA DE ESTADO



La idea clásica de la dialéctica de fuerzas sociales en función de elementos de propiedad (clases) no solo es insuficiente para la amplitud de la realidad sino que además es incompleta para ofrecer la o las alternativas en un ciclo caótico del sistema que genera más formas diversas de exclusión, explotación y marginación, el mejor ejemplo de esto constituyen los grupos étnicos, masivos o no, que receptan de una u otra manera la violencia sistemática delos sectores de poder.  Lo mismo sucede con las definiciones clásicas del poder y el Estado, sus márgenes trascienden la cuestión fronteriza y crea límites de tensión y/o armonía dentro de su seno “La relación entre la violencia y las funciones ordenadoras del estado es clave para el problema de los márgenes  (Das & Poole, 2008), aun fuese próximo a los centros administrativos desde los cuales opera políticamente ese poder, llámese gobierno o clase (oligárquica para los casos latinoamericanos) que vuelven a los gobiernos ventrílocuos de sus intereses, es decir de los cuales organizan el poder. Más impertinente que ahora no puede localizarse la definición weberiana del uso legítimo de la fuerza de parte del Estado “Una organización política obligatoria con operaciones continuas será llamada estado en tanto y en cuanto su aparato administrativo mantenga para sí, con éxito, el monopolio del uso legítimo de la fuerza en la aplicación del orden por él establecido”.  Si lo queremos poner en los mismos términos occidentales (Revisar Kant y Hegel), a pesar de que existen maravillosas referencias nuestroamericanas (Revisar Sousa, Fanon, Martí) esta tensión tradicional confronta las dimensiones de la ley universal administrada por el Estado con las dimensiones de la ética diversa vivida y convivida en la familia.  Por ello la realidad étnica, sobre todo típica en los territorios latinoamericanos representa una superación de la discusión en el momento en el que de la noción europea de familia es ampliada por las comunidades étnica, por tanto su tensión pone el escenario en un ámbito mayor y de más importante contradicción con la hegemónica monopolización del uso de la violencia de parte del Estado.  Esa clave ética y política puede iluminar posibles rutas de categorías sociales y propuestas programáticas para el mundo, desde los territorios: “el potencial de oposición de estratos subordinados: las fuerzas precapitalistas indígenas y campesinas, las poblaciones «excedentes»” (Therborn, 2000), en tal virtud no es aislado que las comunidades étnicas en el continente sean quienes hoy por hoy reciban la violencia más drástica y criminal de parte de los gobierno de la región.

Aquiles Hervas Parra
20 de diciembre de 2016.

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