martes, 8 de diciembre de 2015

¿POR QUÉ LOS GOBIERNOS DENOMINADOS PROGRESISTAS SE ESTÁN TERMINANDO?



En este breve artículo pretende establecer una reflexión acerca del agotamiento que en el tiempo deriva en fetiche de quienes administran el poder sobre los casos de los procesos denominados progresistas en Venezuela, Ecuador y Argentina.  Los tres países viven/vivieron/vivimos aproximadamente en promedio una década de gobierno orientado por esta vertiente: para el caso argentino el modelo se agotó en las condiciones democrático electorales con el ascenso y regreso de la derecha neoliberal; el caso venezolano acaba de cerrar una derrota del chavismo en las elecciones parlamentarias; y, finalmente en el caso ecuatoriano, las cosas no están dichas y la revolución ciudadana dispone hasta el año 2017 para leer el escenario venidero.  La cuestión que surge es ¿Por qué han perdido los gobiernos denominados progresistas su legitimidad y apoyo popular en la actual época?  Trataremos de esbozar una hipótesis que lo responda.  Una comunidad social descargada de su capacidad organizativa tiende a la protesta social y el castigo electoral por dos motivos: la reacción ante una situación de crisis, o la espontánea búsqueda de un mejor estado de bienestar, lo primero mucho más común que lo segundo.  En las décadas de los años ochenta y noventa, el continente latinoamericano después de un largo proceso de desarrollismo o también denominado período reformista entró en la etapa neoliberal.  Un conjunto de recomendaciones de los organismos multilaterales  nivel mundial como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, entregaron a los Estados de la región latina a modo de recetas las indicaciones de un proceso de reestructuraciones del funcionamiento de la economía capitalista, en resumen la desregulación, privatización y apertura al comercio internacional eran los ejes de guía de este paquete neoliberal.  A esto cabe agregar que el endeudamiento -público y privado- garantizado con las bonanzas petroleras fue otro aspecto agregado al modelo.  Unos países por ventajas para los sectores económicos que administraban el Estado y otros, por no encontrar otra solución a su situación de inestabilidad macroeconómica adoptaron sin ninguna observación este modelo, sembrando así lo que en lo posterior por algo menos de dos décadas daría como fruto una de las más severas crisis económicas y sociales en cada uno de los países del continente. El Caracazo, Salvataje Bancario y el Corralito; en Venezuela, Ecuador y Argentina respectivamente, son los hitos que simbolizan  la inestabilidad y supremo apogeo que vivieron estas naciones como resultado de las reformas implantadas; los años noventa e inicios del siglo XXI significan para la región en general y sus Estados Nacionales citados en particular un profundo desequilibrio de las relaciones sociales y productivas, con lo cual  la dificultad y la conmoción se apoderaron de la población.   Retomando la pregunta del presente ensayo ¿Por qué han perdido los gobiernos denominados progresistas su legitimidad y apoyo popular en la actual época?  La respuesta es sencilla, porque están operando como -termidores- es decir han traicionado a sus principios fundacionales.  Esta responsabilidad no va endosada a sus líderes como a todos sus procesos en conjunto.  La Revolución Bolivariana en Venezuela, el Kirchnerismo peronista en Argentina y la Revolución Ciudadana en Ecuador se hallan en un momento de agotamiento.  Estos tres procesos si bien en sus inicios apelaron a un discurso crítico a las relaciones de explotación que produce el capital, lo fueron silenciando poco a poco en el tiempo, retomando a su vez la exaltación a ideas como la del crecimiento económico (en el fondo desigual), el progreso liberal-moderno como mito o el desarrollo a costa del extractivismo de la naturaleza.  Los gobiernos progresistas de falsa izquierda por un lado se legitimaron con una radical crítica al modelo hasta llegar al poder y por otro, una vez se localizaron en el mismo asumieron un realismo pragmático de administración de los recursos, la renta y respeto a la distribución de la riqueza.  Reafirmaron la matriz extractivista reforzándola con nuevas variantes, aplicaron el ejercicio del control del poder y la estabilidad mediante la represión y la viejas formas de encarcelamiento a los que piensan diferente, la mayoría de ellos provenientes de sectores populares y sobre todo desaprovecharon una de las más escasas oportunidades de la historia con la bonanza de precio de los commodities, apoyo popular en múltiples elecciones, reformas constitucionales, por primera vez el Estado tuvo más recursos y poder que todas las oligarquías o burguesías juntas en los doscientos (promedio) años de Repúblicas.  Cuando un proceso, líder/eza vuelto mesías, recibe la delegación del poder en base a la oposición directa a los sistemas que provocaron el dolor anterior, y materia por el cual recibieron ese poder; abandonar el compromiso con ese antagonismo equivale a traición.  Pero, más allá de esa evaluación de orden ético, lo que nos interesa exaltar acá, es que: si durante una década sembraste un conjunto de símbolos ambiguos, confusos y evidentemente contrarios a la necesaria dialéctica del sistema, esos mismos frutos son los que terminan por eliminar al sembrador.  ¿Al pueblo qué le queda? Lo de siempre, volver a asumir su rol dialéctico en la historia, evaluar sus reservar regenerativas, estar atento a los momentos críticos para operar su potencia y seguir ideando la comunidad ética que convierta al siguiente intento de cambio en una forma de hiperpotencia con miras a saltos más grandes en su realidad, su Estado y su cultura, el sueño vigente de una sociedad con bienestar colectivo.

Aquiles Alfredo Hervas Parra
8 de diciembre de 2015.

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