Cual cajitas de
secretos van escondiendo un camino, son los niños de la calle, son los niños sin
destino. En numerosos cantones del
Ecuador como en todos los rincones del mundo, las calles, los buses y las
veredas son testigos cotidianos de una realidad ante la que la población regala
indiferencia y ojos ciegos, niños de la calle, niños trabajadores, niños
vulnerables, caritas sucias; varios son los calificativos que reciben pero
escaza o casi nula la preocupación que la consciencia colectiva dedica a ellos.
Caminando por las avenidas más céntricas de la urbe si te pones a contar te
encontrarás fácilmente con uno, cinco, veinte o hasta un centenar de pelados
(como por ahí les dicen) pero te has preguntado en algún momento ¿En qué les
puedo ayudar en esta Navidad? Te aseguro que no es tan sólo con la compra de
uno de los carísimos productos que ellos ofertan: chicles diez centavos,
caramelos cinco en veinticinco, cincuenta y lleve una rosa para la novia, o lo
más conveniente “una ayudita pa comer”; esa es el mínimo auxilio que un común
mortal puede otorgar. Seguro estoy que,
más beneficias sin imaginártelo a una de las decenas o miles de redes de
traficantes roba vidas que de este negocio han hecho su forma de lucrar, o
mejor dicho asesinar, que para estos desalmados sin corazón es lo mismo. ¿Qué tal si revolucionamos esa forma antigua
y facilista? Qué tal si mejor empezamos por ejemplo con algo simple como
conversar con ellos, consultarles sobre su vida su rutina, su experiencia y ya
ahí, justo ahí, cuando estemos frente aquellos seres y los miremos a los ojos,
ahí cuando sea imposible no sensibilizarse, entonces, preguntarles una vez más
¿Qué hago por ti? Apadrinar y amadrinar con una beca anual de estudios a cada
infante, o de cualquier otra manera creativa asumir una responsabilidad
permanente aunque no sean nuestras/os hijas/os, si tú lo haces es muy probable
que haya un niño menos en las urbes, si tu familia lo hace entonces cinco, seis
o siete niños menos trabajando y si cada uno de las personas que han recibido
este periódico lo hacen, seguramente mil niños, niñas y adolescentes que
laboran en la ciudad van a librarse del terrible peligro de las heladas veredas
nocturnas. La Navidad tiene hermosos pero vacíos discursos en torno a la
solidaridad con los ajenos, poca praxis aterriza esos discursos en hechos
concretos más allá de las fundas de galletas, la ropa vieja o los lamentos;
erradicar el trabajo infantil desde la sociedad civil sería una de las mejores
formas de renacimiento de Jesús en la actualidad: de la caridad momentánea al
amor prolongado. ¿No te haría eso realmente feliz?
Aquiles Hervas Parra
21 de diciembre de
2015.
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