En varias
teorías se han interpretado los resultados de la explotación capitalista en las
formas de alienación personal que vive el individuo en el marco de esa misma
explotación. La versión más
psiquiátrica expresada en Hegel o más antiguo el materialismo de Epicuro inspiraron
la interpretación objetiva que planteó Marx asociando la idea de relación de
expropiación material de lo que corresponde al trabajador como fruto de su
trabajo con la noción de ajeno que se empieza a configurar en la percepción de
existencia de ese trabajador, es decir la -alienación-, todo esto en conclusión
a priori pero sustentada de condición de trabajadores que tienen las mayorías,
es decir que la mediación del salario bajo y la expropiación de la plusvalía
que el capital y su sujeto el capitalista ejercen sobre el dueño de la mera
fuerza laboral termina por tornan ajena o alejada esa apropiación inicial y con ello la desapropiación de un sentido consiguiente,
como sentenciaría Marx “cuanto más se sumerge el obrero en su trabajo más
extraño se le vuelve el mundo y menos dueño es de sí mismo”. En la misma línea se puede levantar los ojos
de una mirada estrictamente salarial para profundizar las propuestas en los
resultados culturales y del pensamiento que produce esta forma de relación
expropiadora, Michael Foucault y Herbert
Marcuse son una guía en ese sentido: el primero con la desaparición de las
facultades el pensamiento que se asemeja a una alienación más mental que
social, cuestión que permite el entendimiento de los efectos más profundos de
lo ajeno y, el segundo refiere al enfoque esclavizador moderno del sistema
capitalista, una alienación devenida de la cultura de medios de comunicación de
escala global y el consumismo masificado dirigiéndose a lo que el mismo
denominaría como “tecnificación cosificadora de la consciencia”. Es decir la pauta que procuramos encajar es
la de las nuevas maneras de mutación que el capital ha encontrado en el tiempo
y que distan de la versión tosca de la explotación inicialmente descrita, para
modificarse estéticamente en la actualidad.
Conceptos como el de hegemonía cultural de Antonio Gramsci o el criterio
sobre la opinión pública de Jürgen Habermas nos podrían servir también en esta
perspectiva ya que estas categorías han logrado un acertado anclaje interpretativo
de múltiples realidades en la evaluación del sujeto subalterno, dominado o
explotado. Sin embargo este artículo
pretende establecer un puente entre un pasado precapitalista -no exclusivamente
étnico- y el presente inmediato, es decir el actuado. Busco una categoría denominativa es decir una
expresión significante que demuestre la situación de los sujetos coloniales en
muchas de sus manifestaciones, entre ellas la colonial moderna, para
representar la vigencia de la explotación anterior a los modernos Estados
Nación en América Latina en el contexto actual de relativas libertades y como
eso puede pensarse en un posible programa de(s)colonizador de esas poblaciones
sujeto de explotación en cualquiera de sus formas materiales y culturales. Para ello una socióloga y activista aimara
boliviana Silvia Rivera Cusicangui hace
poco tiempo inició la interpretación de un conjunto de obras pictóricas del
cronista peruano Felipe Waman Puma de Ayala, el cual a inicios del siglo XVII
dibujó varias obras a tinta en las que representaba los abusos de la colonia
española en territorio americano contra los indígenas de la zona. Así además podemos salir de las limitaciones
que nos produce la situación limitada del lenguaje en el punto de partida de
los significados y significantes que da una palabra impuesta en un lugar con
contextos diferentes, cosa que podría, sin poder asegurarlo, ser superada por
la imagen, como diría esta autora “en una situación colonial lo -no dicho- es
lo que más significa, las palabras encubren más que revelan y el lenguaje
simbólico toma la escena”. Entre estas
interpretaciones de la autora tomo una de ellas sobre la -Obra del
Corregimiento- de Waman Puma, en la cual se puede observar a varios allegados y
serviciales del poder comiendo y bebiendo en abundancia mientras el personaje
de primer plano recoge los restos, no se trata de un niño por su tamaño ya que
si se hiciese una comparación los sentados están dibujados con un porte
desproporcionado, más bien es un indio adulto.
Aquí hay una noción de la opresión mirada desde la conceptualización
indígena de opresión, en palabras de Rivera: “en lengua aymara y quichwa no
existen palabras como opresión o explotación, ambas ideas se resumen en la
noción (aymara) de jisk’achasiña o jisk’achaña,
empequeñecimiento que se asocia a la
condición humillante de la servidumbre”. Invito a los estimados lectores a
revisar esta imagen y cuestionarnos con detenimiento lo pequeños que pretende
volvernos el sistema con muchas de sus formas de avasallamiento material y
sobre todo cultural.
Aquiles Hervas Parra
10 de noviembre de 2015
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