viernes, 3 de mayo de 2019

EL TRABAJO



¿Qué es un trabajador/a en el siglo XXI? Esta podría ser la interrogante por excelencia en tiempos de inicio de otra época para la humanidad.  Esta fue sin lugar a dudas la variable de condición del planeta por alrededor de doscientos años a la luz del nacimiento y debacle del sistema mundo moderno; por lo que su respuesta podría, en términos aun abstractos, esbozar el camino hacia otro modelo de sociedad y etapa de la historia.  En términos coloquiales trabajador es todo aquel que para cumplir sus necesidades requiere crear valor, o como conversábamos con la vecina de la tienda, quien para poder traer un plato de comida a la casa tiene que meter mano.  Nadie ha desmontado la teoría del valor clásica, profundizada en el marxismo científico y ratificada en tiempos post liberales, de que las personas no intercambiamos dinero o mercancías, sino el tiempo que necesitamos para elaborar esas mercancías o esa representación del valor que se simboliza en la moneda; por lo tanto, intercambiamos tiempo de vida que ocupamos para producir valor, con el tiempo de vida de otro u otros (tiempo social).  En el siglo XX como herencia de la interpretación dialéctica de la historia, esta noción identificaba exclusivamente a los obreros y campesinos del mundo, y, sin lugar a dudas esto continúa siendo igual, pero no es suficiente; hoy en los preludios del nuevo milenio, es importante extender la categoría.  Los sujetos de trabajo autónomo (denominado emprendedor), los pequeños o micro productores (denominado pequeño o micro empresario) e incluso los medianos productores (según su patrimonio y renta anual) ¿Podrían afirmar que no trabajan? ¿Que no deben dedicar tiempo de trabajo para intercambiar valores representados con otros sujetos en el mercado del tiempo/valor social?  Según el nivel de enajenación (percepción ajena de la relación entre el sujeto y el objeto de su trabajo), algunos se marearán ideológicamente y no tendrán consciencia de su realidad, y la relación de su existencia con la producción, elemento fundamental para entender el estado de una sociedad.  Otros leerán esta breve  opinión y comprenderán que la mayoría de seres con nuestra diversidad somos trabajadores del mundo, si detenemos nuestras manos por unos días, quebramos, no podemos llevar el pan a casa o no podemos desarrollarnos humana y socialmente; por lo cual deberíamos vernos más cercanos, diferentes pero comunes, distintos pero relacionados, disímiles pero complementarios.  Cuando ese bello momento de consciencia suceda los tejidos de la sociedad se imbricarán sin anularse unos a otros, sino reforzándose en tres dimensiones superpuestas de la realidad: lo comunitario, lo público y lo privado; todas con el eje axial explicativo de la vida, el trabajo (tiempo/espacio).  Mientras usted querido lector se pega una cerveza en el mar, el oriente o las montañas por el día del trabajo, le digo salud desde los Andes y pretendo  dejarlo pensando esta humilde idea que podría determinar las claves para otro futuro del mundo, su ciudad, su provincia o sus planes personales: el trabajo debe ser el centro de discusión de la vida en la alborada del siglo XXI, mientras eso no suceda seguiremos presos de los caóticos claroscuros del fin de la modernidad.  

Aquiles Hervas Parra
3 de mayo de 2019.

No hay comentarios:

Publicar un comentario