Bajan
abundantes con la lluvia de la noche; lloviznan dentro del dormitorio, en sinfonía
daltónica de la madrugada silenciosa. Un
sollozo dibuja el rastro que en la mejilla deja. Dulces, saladas y amargas según la
ocasión. Recuerdo haber probado una,
lastimosamente ajena, el dedo índice izquierdo la atrapó mientras pretendía
fugarse hacia la gravedad, era dulce: su dueña lloraba de felicidad. Cada cuatrocientos años logramos con la
palabra, desbaratar positivamente la formal silueta del rostro; es potente la
palabra, destruye o construye; mata o da vida; avía o frena, desborda lágrimas,
dulces o amargas. La boca se mueve y los
ojos se inundan, un vidrio opaco se posa en la vista, nubla el camino y suspende
las risas. Antesala de sonrisa o del
llanto, desmonta hojarascas esculpidas con viento, miserable viento que le seca
los labios. No llega la lágrima a la
comisura de su boca, no se lo permito, podrá arrojar sus penas y alegrías pero
auto percibirlas, sería horrorosa ofensa a los dioses del tiempo. También recuerdo haber probado mis lágrimas,
no era niño, no era mujer; era un hombre sensible que re descubrió su ser. Llorar, llorar, lujo prodigioso de la
feminidad que nos habita, la memoria, el consuelo, los días pasados que no
volverán. Saboreo la huella húmeda, la
paso ligeramente por la punta de la lengua; Borges es un ciego maldito con
letras de Prometeo. Inquisiciones,
relatos, me pierdo un instante en la literatura, regreso y le arranco un beso,
qué digo beso, le despojo el deseo. Cortázar,
infame cuento al revés, Rayuela que brinco saltando el espejo. Vuelvo a llorar, estoy completamente
habitado, es ella que renace en mí, es ella que fue negada, será ella, seré yo,
jamás el individuo infértil de galaxias, soy la bruma de espuma, que conservada
robó el sabor de sus lágrimas. Brotan
suavito goteando quimeras, brotan despacio esculpiendo estrellas.
Aquiles
Hervas Parra, Msc.
3
de junio de 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario