lunes, 20 de noviembre de 2017

¿HEMOS APRENDIDO?




El escritor argentino Jorge Luis Borges sentenciaba “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Cumplimos quince años de la tragedia que enlutó a la ciudad de Riobamba, la explosión del polvorín de la Brigada Blindada Galápagos, suceso de tal envergadura que evidenció dos elementos graves a llamar nuestra atención: primero, como ciudadanos y gobierno; no estábamos (ni estamos) preparados para eventos de severa emergencia; y, segundo, esos eventos exponen a flor de piel la corrupción rampante de nuestras sociedades. Sobre lo primero diremos que es necesaria una agenda contundente de cultura proactiva y de aprendizaje de lo que implica un evento catastrófico, sea natural o fruto de la imprudencia humana, entre otras cosas: sistemas de protección, reacción temprana, prevención y respuesta.  Vivimos en una zona riesgosa, encuentro de placas tectónicas; no garantizadas como estables para terremotos, sismos u otro movimientos telúricos, rodeados de volcanes con propensión a la actividad eruptiva, vivimos en un lugar bello y paradisiaco pero con tendencia a presentar sorpresas no predecibles. Sobre lo segundo, si bien la mayoría de investigaciones se encuentran cerradas y no se obtuvo mayor esclarecimiento, hay algunos casos que todavía se hallan en estado de injusticia.  Los vidrios, techos, calzadas y demás daños materiales se arreglan, lo que no admite perdón u olvido son las pérdidas humanas, aún hay familias que no han recibido la verdad de los hechos ni el resarcimiento de sus derechos, niños quedaron huérfanos, familias dislocadas y un dolor en la memoria de los riobambeños que no sanaría sino con la frontal respuesta del Estado, su institución militar y los administradores legales de la época. Cada ciudad tiene sus muertos, sus desaparecidos, sus olvidos y recuerdos, sus espejos rotos como diría Borges, éste, para nosotros es uno que se resiste a quedar en el pasado, tanto por la pertinencia en el presente como por su prevención del futuro.  El polvorín marcó nuestra historia, para unos como el episodio de inicios de milenio, para otros como la lágrima que brota y fluye rozando retadora los hilos de la mejilla de la memoria.

Aquiles Hervas Parra
20 de noviembre de 2017

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