El escritor
argentino Jorge Luis Borges sentenciaba “somos nuestra memoria, somos ese
quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”. Cumplimos
quince años de la tragedia que enlutó a la ciudad de Riobamba, la explosión del
polvorín de la Brigada Blindada Galápagos, suceso de tal envergadura que
evidenció dos elementos graves a llamar nuestra atención: primero, como
ciudadanos y gobierno; no estábamos (ni estamos) preparados para eventos de
severa emergencia; y, segundo, esos eventos exponen a flor de piel la
corrupción rampante de nuestras sociedades. Sobre lo primero diremos que es
necesaria una agenda contundente de cultura proactiva y de aprendizaje de lo
que implica un evento catastrófico, sea natural o fruto de la imprudencia
humana, entre otras cosas: sistemas de protección, reacción temprana,
prevención y respuesta. Vivimos en una
zona riesgosa, encuentro de placas tectónicas; no garantizadas como estables
para terremotos, sismos u otro movimientos telúricos, rodeados de volcanes con propensión
a la actividad eruptiva, vivimos en un lugar bello y paradisiaco pero con
tendencia a presentar sorpresas no predecibles. Sobre lo segundo, si bien la mayoría
de investigaciones se encuentran cerradas y no se obtuvo mayor esclarecimiento,
hay algunos casos que todavía se hallan en estado de injusticia. Los vidrios, techos, calzadas y demás daños
materiales se arreglan, lo que no admite perdón u olvido son las pérdidas
humanas, aún hay familias que no han recibido la verdad de los hechos ni el
resarcimiento de sus derechos, niños quedaron huérfanos, familias dislocadas y
un dolor en la memoria de los riobambeños que no sanaría sino con la frontal respuesta
del Estado, su institución militar y los administradores legales de la época.
Cada ciudad tiene sus muertos, sus desaparecidos, sus olvidos y recuerdos, sus
espejos rotos como diría Borges, éste, para nosotros es uno que se resiste a
quedar en el pasado, tanto por la pertinencia en el presente como por su
prevención del futuro. El polvorín marcó
nuestra historia, para unos como el episodio de inicios de milenio, para otros
como la lágrima que brota y fluye rozando retadora los hilos de la mejilla de
la memoria.
Aquiles
Hervas Parra
20 de noviembre
de 2017
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