sábado, 25 de marzo de 2017

LA LEALTAD




¿A qué se es leal? Algunas reflexiones ambiguas sentencian que la lealtad se dirige a los principios más no a las personas, sin embargo éstos no son abstracciones que reposan en las nubes, los ejercen las personas, los proyectos y los procesos, por lo tanto la lealtad se enfrenta a la decisión breve, rápida y momentánea de tomar postura ante circunstancias que confrontan en un mismo escenario a valores y miedos.  Se trata finalmente del riesgo y el temor, salir de la conveniencia personal y beneficios  arriesgando perder un interés o comodidad concreta, pero por supuesto para ello se requiere destruir la potente sensación y estado del miedo.  Son los cobardes destinados a ser desleales permanentemente, ese estado durará el tiempo que demoren en confrontar su turbación, si es que lo logran, porque sin lugar a dudas no existe manera real de ser leal sin correr riesgos y perder algo.  No se tiene que compartir exactamente las mismas ideas para mantener fidelidad a proyectos comunes, generalmente la cobardía toma como justificación la diferencia al emprender las deslealtades, y en esa empresa procuran salvar su consciencia quienes han vendido sus posturas a cambio de algún interés, confort, seguridad, etc.  Que no se confunda tampoco esta afirmación con el abuso de algunos pseudo líderes plantean a sus seguidores sumisión, transformando obediencia silenciosa en lealtad directa a las acciones injustas y contrarias a la ética consensuada o compartida, más no a los procesos.  Es sencillo evaluar la una u otra posibilidad, los principios tienen raigambre de origen y trascienden al tiempo, las acciones son pasajeras y por tanto no fungen como evaluación de actos y sujetos; será la historia y los actores sociales quiénes puedan distinguir acciones viles de principios coherentes, separar así entre cobardes y tiranos para saber, además, sancionarlos.  El dicho popular de origen bíblico dice “venderse por un plato de lentejas” (en el texto religioso original era un guiso rojizo), el detalle es que en tal precepto el hermano vende sus propios derechos de primogénito mayor a cambio del simple plato ofertado por su hermano menor, la colosal diferencia es que en la mayoría de deslealtades, quien traiciona por miedo o ambición vende a los ajenos, vende al amigo, compañero de lucha, familiar, equipo, proceso, proyecto, utopía que le pertenecen muy parcialmente pero que comparte con otros y otras: vender una lucha, proyecto, sueño o ideal por unas cuantas sencillas lentejas que se acabarán en el tiempo es un acto vil de miseria y ruindad.  El cobarde o ambicioso por su acción desleal recibirá inevitablemente poco, serán ínfimas las lentejas para el tamaño, potencia y valor de un principio compartido y por lo tanto su momento de tranquilidad o gozo se convertirán en frustración amargura y vergüenza del futuro.  Es ley de vida, sentencia de la historia. 




Aquiles Hervas Parra



24 de marzo del 2017

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