¿A qué se es leal? Algunas
reflexiones ambiguas sentencian que la lealtad se dirige a los principios más
no a las personas, sin embargo éstos no son abstracciones que reposan en las
nubes, los ejercen las personas, los proyectos y los procesos, por lo tanto la
lealtad se enfrenta a la decisión breve, rápida y momentánea de tomar postura ante
circunstancias que confrontan en un mismo escenario a valores y miedos. Se trata finalmente del riesgo y el temor,
salir de la conveniencia personal y beneficios
arriesgando perder un interés o comodidad concreta, pero por supuesto
para ello se requiere destruir la potente sensación y estado del miedo. Son los cobardes destinados a ser desleales permanentemente,
ese estado durará el tiempo que demoren en confrontar su turbación, si es que
lo logran, porque sin lugar a dudas no existe manera real de ser leal sin
correr riesgos y perder algo. No se
tiene que compartir exactamente las mismas ideas para mantener fidelidad a
proyectos comunes, generalmente la cobardía toma como justificación la
diferencia al emprender las deslealtades, y en esa empresa procuran salvar su
consciencia quienes han vendido sus posturas a cambio de algún interés,
confort, seguridad, etc. Que no se
confunda tampoco esta afirmación con el abuso de algunos pseudo líderes
plantean a sus seguidores sumisión, transformando obediencia silenciosa en
lealtad directa a las acciones injustas y contrarias a la ética consensuada o compartida,
más no a los procesos. Es sencillo
evaluar la una u otra posibilidad, los principios tienen raigambre de origen y
trascienden al tiempo, las acciones son pasajeras y por tanto no fungen como
evaluación de actos y sujetos; será la historia y los actores sociales quiénes
puedan distinguir acciones viles de principios coherentes, separar así entre
cobardes y tiranos para saber, además, sancionarlos. El dicho popular de origen bíblico dice
“venderse por un plato de lentejas” (en el texto religioso original era un
guiso rojizo), el detalle es que en tal precepto el hermano vende sus propios
derechos de primogénito mayor a cambio del simple plato ofertado por su hermano
menor, la colosal diferencia es que en la mayoría de deslealtades, quien traiciona
por miedo o ambición vende a los ajenos, vende al amigo, compañero de lucha,
familiar, equipo, proceso, proyecto, utopía que le pertenecen muy parcialmente
pero que comparte con otros y otras: vender una lucha, proyecto, sueño o ideal
por unas cuantas sencillas lentejas que se acabarán en el tiempo es un acto vil
de miseria y ruindad. El cobarde o
ambicioso por su acción desleal recibirá inevitablemente poco, serán ínfimas
las lentejas para el tamaño, potencia y valor de un principio compartido y por
lo tanto su momento de tranquilidad o gozo se convertirán en frustración
amargura y vergüenza del futuro. Es ley
de vida, sentencia de la historia.
Aquiles Hervas Parra
24 de marzo del 2017
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