Son las 12H00 y mientras el fuego
consumía el tradicional monigote que representa el -año viejo-, lo observaba y
me preguntaba dos cuestiones: ¿Debemos quemarlo completo? y ¿Es el pasado un
concepto de absoluta superación? Las
respuestas a ambas incógnitas son obviamente simbólicas, no existe la
posibilidad de mantener una pierna, brazo o cabeza del muñeco sin volverla
cenizas, pero metafóricamente en esas cenizas subsisten claves para el futuro,
futuro que es en términos reales -presente trascurriendo permanentemente-. La sociedad utilitarista-capitalista de hoy
(mal llamada moderna) ha validado al pasado como poco útil o disfuncional a las
necesidades de sus valores centrales: el consumo, el mercado, la fuerza
laboral, el placer, etc. Uno de los
ejemplos más directos para evidenciar nuestra perversa posición con el pasado
es el tratamiento que les damos a nuestros ancianos y ancianas, abuelos, y
abuelas, adultos mayores en general, emocionalmente ocupan un especial lugar en
nuestro afecto pero en tiempo y espacio les hemos retirado la importancia que
ameritan, los satanizamos como poco útiles para las dinámicas y demandas del
sistema, los estamos quemando constantemente de forma absoluta, no hemos sido
capaces de observar con mayor profundidad la potencialidad que acarrean en su
existencia. En tanto vivos son potente memoria,
fuerza de halito que silenciosa guarda sabiduría, y al cual al no ser valorada permanece
inmóvil y estática en asilos, cuartos obscuros, casas solitarias. Si tan solo preguntásemos a nuestros amados
viejitos una y otra vez lo que piensan de la vida o cómo la afrontaron en sus
etapas, centenares de problemas que hoy se entrampan en atolladeros, tenderían
a la solución de forma extraordinariamente más rápida. Hermoso sería el futuro con textos editados
sobre la memoria de las anteriores generaciones puestos en contacto con las
nuevas descendencias en escuelas, secundarias y universidades, ésta última
debería tener como misión social la recopilación, sistematización y
ordenamiento de crónicas, narraciones, habilidades, artes, cultura, cuentos y tantas
otras fuentes de saber popular vivo en la mirada nostálgica de nuestros adultos
mayores. El poeta español Antonio
Machado decía “Ni el pasado ha muerto ni
está el mañana, ni el ayer escrito”, el mundo actual, cosificado al extremo, no
mira como útil lo retrospectivo, se ahoga en la inmediatez a la que sentencia
como una forma de hedonismo de las satisfacciones instantáneas. Mientras el fuego consumía las parcelas viejas
de trozos del traje, aserrín y recuerdos del 2016 simbolizado en ese cuerpo con
careta, una ligera y repentina llovizna se empeñó en detener el avance de la
candela, partes del monigote sobrevivieron, partes que transmitieron clara una
idea, no todo el pasado debe quemarse, historia y memoria hablan pero debemos
re-aprender a escucharlas.
Aquiles Hervas Parra
2 de enero del 2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario