Generalmente se escucha asociar los
grandes logros tecnológicos a la civilización occidental o a la modernidad y en
particular a la modernidad capitalista, no puedo sino advertir esta fama como
falsa. Si bien la historia ha sido
escrita u oficializada por el poder cada vez son más conocidas las nuevas
historias que ponen en conocimiento los descubrimientos, autorías y verdades de
las tecnologías existentes durante tiempos previos a la etapa occidental
denominada como moderna. Ésta, en la
mayoría de los casos, lo que hizo fue usurpar las bases técnicas inventadas en
momentos pre-occidentales y acuñarlas como suyas aprovechando ciclos de
hegemonía y control territorial. El
fondo de la reflexión es la presunción de que uno de los fines de usurpar la
autoría inventiva de la tecnología es el de justificar su acaparamiento y
control, es decir, de la mano de la atribución de la tecnología y sus avances
se sitúa la legitimación de su valoración mercantil, dicho de otra manera:
asumirse como los creadores de la tecnología sirve como excusa para obtener los
beneficios exclusivos de convertirla en mercancía. Un ejemplo indiscutible en esto es la
industria mundial farmacéutica, la salud es una mercancía a la que se otorga
acceso a quienes pueden pagarla; protegida por derechos de propiedad
internacionales, en los cuales se desconoce las bases de descubrimiento médicos
o curativos previos a las patentes globales, en algo tan delicado como la salud
se evidencia la perversidad anti ética de la propiedad tecnológica, la muerte
es su indignante símbolo.
Aquiles Hervas Parra
9 de enero del 2017