Sin margen de duda el año 2016
contrajo más noticias dolorosas que alegres, no desde una perspectiva pesimista
de la vida sino más bien con la intención de levantar algunas alarmas preventivas
para no caer en una bajada sin frenos durante el próximo año y después. Es notorio que ciclos fuertes y relativamente
dolorosos se avecinan, más es cierto que esto puede ser mirado como un
interesante panorama de coyunturas favorables para nuestro terruño. Este año sucedieron tragedias inexplicables
en una sociedad que se jacta de poseer como atributo la razón, la invasión a
Siria de parte de las potencias se intensificó y esto provocó uno de los
mayores éxodos del planeta, cinco millones de seres humanos debieron salir de
sus hogares rogando refugio en decenas de países vecinos y no vecinos, que
tienen (y tenemos) la responsabilidad de tan injusta guerra por acción, omisión
o consumo. A ello se suma los
sorprendentes resultados de varios procesos electorales como el Brexit en Reino
Unido, pérdida del No al fin del conflicto en Colombia, Donald Trump en los
Estados Unidos con presencia considerable de electores latinoamericanos a su
favor y España con 315 días sin gobierno y reticente a la salida del nocivo
bipartidismo termina en el mismo presidente que los llevó a la crisis. Por otro lado se ha tratado de construir mediáticamente
este año como uno de los más sangrientos, posiblemente porque episodios como el
de Niza, Bruselas, Orlando o Berlín coincidieron dentro de los mismos 365 días,
sin embargo cabe destacar que esta constante de violencia y dolor respecto de
la falsa dicotomía Oriente-Occidente se ha suscitado durante décadas, después
de que los triunfadores de la Segunda Guerra Mundial desplegaran las líneas de
fronteras por donde sus intereses energéticos demandaban, empero toda ese dolor
de más de medio siglo de guerra las cadenas mundiales de comunicación jamás la
transmitieron como hoy por hoy tampoco lo hacen, búsquese los episodios en este
mismo año en Afganistán, Nigeria, Egipto, Somalia, Yemen, Crimea, Paquistán,
entre otras decenas: el mundo occidental pone el miedo y el mundo oriental las
víctimas mortales. Es innegable que se
avecinan tiempos turbulentos, de ruidos confusos y tensiones permanentes, la
generación en la que hoy crecemos al albor del caos, posiblemente el más atascado
de la historia contemporánea estamos obligados, por voluntad o supervivencia, a
alzar la cabeza y ampliar el panorama de visión. Se vienen vientos agresivos pero todo viento
por más hostil que sea, puede ser aprovechado, toda dificultad tiene implícita
la oportunidad; el mundo está reordenando sus fuerzas a nivel global, un
imperio decadente cae a velocidades vertiginosas, y nosotros en ese
reordenamiento no podemos permitirnos esa pregunta de baja autoestima sobre -a quién
juntarnos- que se traduce en -de quién depender-. El futuro con algo de incertidumbre y algo de
claridad nos presenta un reto, y aunque nos resistimos a asimilar que el mundo
(s) cambiará cuando el ser humano pueda convertir la rabia en creatividad, para
Latinoamérica o mejor llamada Nuestroamérica se acerca el más importante reto
para su capacidad creativa no solo por una reversión de nuestra injusta
historia sino para que desde este espacio de enunciación nazca una alternativa
a la vida que no permita tantas imágenes de sufrimiento como las vistas en el
año que se va. Bienvenido seas severo
2017, los sencillos hijos de los nuevos tiempos nos alistamos a tus desafíos.
Aquiles Hervas Parra
27 de diciembre de 2016