En las ciudades de la región andina
como en el mundo entero estamos viviendo azotes de climas y variaciones de
temperatura nunca antes registrados, es común escuchar a las personas, en
especial los ciudadanos que se encierran en las urbes los lamentos por el grave
calor o la lluvia repentina e inmediatamente sentencian de una forma extraña
-el clima está loco-. Será posible que
la naturaleza haya decidido encapricharse con la humanidad en estas épocas y
envestir con diferentes cambios climáticos inesperados e intempestivos. Definitivamente
no, nosotros estamos fuera de los cabales.
Estamos cosechando los primeros frutos amargos de nuestra conducta cultural
sembrada, recolectamos el resultado del modo de vida y hábitos de consumo
desenfrenados, convertimos a nuestra etapa de la historia como la más desechable
y menos preventiva, y supuestamente en el albor de los mejores momentos de la
“modernidad”. Si continuamos en este
ritmo, y en el caso latinoamericano y ecuatoriano si copiamos modos de
consumismo más graves como el estadounidense; a finales del siglo necesitaremos cinco planetas para
proveer la demanda de recursos que satisfacen el libre consumo de ese modus
cultural referenciado. Se trata de un
suicidio colectivo, inconsciente pero visible, apelable al sentido común aunque
asentado en el ejercicio de la libertad, mal entendida e interpretada
exclusivamente en función del placer.
Estamos matando el hábitat, la biodiversidad, la Madre Tierra y firmamos
una carta de muerte futura para nosotros o futuras generaciones, no alejadas
sino bastante próximas. ¿Qué hacer? No
basta con escandalizarnos y quejarnos desde la incomodidad del calor o el
paraguas de la lluvia, requerimos asumir conductas auto reguladas radicalmente
aplicadas a la cotidianidad, ni siquiera en suficiente reciclar, por cada
kilogramo de basura que reciclamos, dieciocho gramos de desechos se enviaron a
la naturaleza para producir ese kilogramo, el verdadero problema está en
consumir menos, retomar la inventiva, el ahorro, la reutilización y la
resistencia a la -obsolencia- percibida o programada por campañas de renovación
rápida de bienes, estos como varios de los caminos para permitir respirar al
mundo. Si nos empecinamos en continuar
este nivel de consumo los efectos venideros superarán los soles o aguaceros
desubicados del calendario, y, cuando eso suceda el desequilibrio ocasionado
podrá ser tan tardío que la tierra en su principio de auto-conservación como
principio de vida se re-equilibrará mediante episodios de desastres naturales
cada vez más fuertes. A pensarlo y
actuar, está en nuestras manos.
Aquiles Hervas Parra
17 de enero de 2015
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