¿Cómo llegar a un lugar (no lugar)?
Era un joven enérgico, estaba ansioso por ir, recibió la dirección de una casa para
preguntar sobre la vida y se dirigió estrictamente a esa referencia detallada
que le dio quien decía conocer el sitio donde se ubicaba quien o aquello que le
daría contestaciones, caminó y como la dirección no es fácil de determinar, se
demoró y hasta se perdió; pensaba que no estaba perdido porque, sea lo que sea
que suceda en el camino, tenía la seguridad de guardar anotada esa localización.
Al fin cuando llegó, sintiendo la satisfacción momentáneamente placentera por
haber arribado tocó a la puerta. Sale
una anciana de mirada cansada pero amable y le pregunta: ¿Qué desea? Buenos
días Señora, quisiera saber qué es la vida.
No es aquí joven, sentencia ella con un tajante tono. Él, mostrándole el escrito le insiste ¿Es la
dirección indicada? Sí, es aquí mismo, sin embargo es solo la dirección más no
la respuesta, aquí solo le puedo entregar otro papel donde le podrían contestar
y la anciana le traspasa escrita en un pequeño trozo de hoja amarilla con polvo,
otro punto a seguir. Pero escúcheme dice
la mujer, le advierto que es posible que allá le vuelvan a dar otra vez una
nueva dirección, procediendo a cerrar la puerta para que no entre el frío. El muchacho abrumado dio la vuelta, regresó
sus ojos hacia la nada, desesperado y enigmático, su única certidumbre para
seguir viviendo era la de caminar a la nueva trayectoria recibida y eso hizo,
al fin y al cabo disponía de mucha energía. Movió los pies con decisión y unos pasos
después con la ligera neblina en el horizonte y la caricia de la sutil línea de
viento que se levantaba del piso hacia su cara, apretó su mano izquierda,
arrugó el papel, lo echó en un tacho y empezó a caminar a paso más firme, esta
vez sin dirección, hacia un no lugar. Algo
le decía desde su remoto interior que lo hacía con más sentido.
Aquiles Hervas Parra
3 de enero de 2015.
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