domingo, 16 de septiembre de 2018

LOS CAMBIOS DE PENSAMIENTO




Podemos pensar que la corrupción, la explotación, las guerras, las tasas de violencia, los índices de muertes u otras formas públicas que evidencian los estados sociales del sufrimiento son estructuras difíciles de transformar, más me atrevo a afirmar que éstas, tarde o temprano, sucumben en la historia, y su sostenibilidad depende exclusivamente de la contradicción compleja entre fuerzas del tiempo y espacio, es decir son efecto de buenas oportunidades circunstanciales para avanzar que coinciden con la insistencia de sectores que se organizan para lograrlo.  Lo que realmente preocupa a este humilde escritor, más que las dificultades del camino, es que la velocidad en la que se concretan los cambios depende de la resistencia de paradigmas socio/mentales, y, eso sí que es un entramado complejo que requiere de una actitud diferente.  Me explico mejor en términos históricos: fue duro acabar con las flagelaciones de mujeres en las plazas públicas cuando se presumía que eran brujas, sin embargo, más duro fue que las personas que asistían y miraban sus cuerpos incendiarse cambien la conclusión en la cual, ese episodio sangriento que miraban era normal y justo; si hoy en día se realiza una encuesta consultando este hecho una contundente mayoría responderá que eso era una locura irracional y anti humana.  Le costó a la sociedad varios siglos tal cambio de paradigma ¿Será posible que los temas más complicados en la actualidad demoren otros siglos más?  Entonces, en este plano de comprensión, el dilema no es el de subdividir una lista de temas clasificatorios en los que la gente es: buena o mala; loca o normal; estúpida o inteligente; piensa como yo o piensa como otro; el dilema, y a su vez reto que tenemos como generación, es el de comprender la dinámica de esto y probar con métodos y estrategias pertinentes a la realidad que permitan acelerar las condiciones por las cuales cambian los modos de pensar, los paradigmas.  Si logramos esa capacidad creativa, las agendas más complicadas (derechos humanos, derechos de género, discriminación étnica/racial, sensibilidad ambiental, crisis del cambio climático, explotación laboral, precarización de los trabajadores, corrupción pública, violencia sistematizada, etc.) no se demorarán siglos en interiorizarse por una mayoría social y así acercarnos a eso que llamamos estado de bienestar, y que quien escribe prefiere llamar Estado del Equilibrio Dinámico.  Esta breve reflexión, en una tarde de domingo, no es sino la evacuación del sentimiento de impotencia frente a la velocidad en la cual la sociedad mejora o en muchos casos empeora; y a su vez la reafirmación de la necesidad de perseverar en la empresa de soñar otros mundos posibles, con el condimento extra de que los intentos por lograrlo tengan otro ángulo de sagacidad, otra forma de intentarlo, y no las mismas estrategias tradicionales que derivan en iguales resultados. ¿Lo lograremos como generación? Ya se verá, de lo que estamos seguros es que no basta con tener buenas ideas sino somos lo suficientemente creativos para que la sociedad las haga suyas.


Aquiles Hervas Parra
16 de septiembre de 2018.