La política
va hacia donde las mayorías quieren que vaya, o al menos así debería ser. Una vez anunciados los resultados de la
Consulta Popular del 4 de febrero de 2018, un escenario de incertidumbre cubre
los análisis políticos y económicos. Las
fuerzas que circundan al gobierno actual miden los pulsos generados en regiones
y zonas, así como los espacios de influencia de la contrafuerza; su oposición
correísta exalta el resultado como triunfo simbólico y base electoral de partida. Los demás, el noventa y nueve punto nueve por
ciento de la población expectante del duelo de legitimación, mira, observa y en
pocos casos participa. Éste es un
momento determinante para la emergencia de nuevos actores, procesos,
plataformas y coaliciones; sí y solo si entendemos que la política es parte
consustancial a la existencia de las sociedades, habremos de movernos de nuestras
zonas de confort y asumiremos como nuestro el centro de atención de la
construcción de lo público. Desplazar a
las viejas clases políticas, así como las recientes, es misión trenzadora de
historia, más aun cuando nos hallamos entreverados con inminentes escenarios de
crisis, nacionales e internacionales. No
se mira con claridad que los equipos políticos y económicos del gobierno actual
presenten programas concisos para apalear o mitigar las circunstancias, y menos
convencidos estamos que en ese escenario ineficiente, el mesianismo autoritario
que vivimos durante diez años con el ex presidente Correa sea la respuesta. Por lo tanto si de abrir senderos se trata, la
participación popular ahora, más que acto consciente es una necesidad
urgente. Citaré dos elementos de
reflexión panorámica para esbozar ruta en medio de la dicotomía excluyente:
primero, es importante que en las localidades se articulen procesos
alternativos de opción electoral para los procesos venideros, la clase política
está caduca, más allá de las derechas y falsas izquierdas, el común de las
personas demanda proyectos de identidad compartida, de reflejo de los problemas
cotidianos, desde lo más personal a lo estructural, para eso es importante
desde las diversidades los sentidos comunes.
Segundo, a nivel nacional, una vez más requerimos pensarnos, repensarnos
y responder la pregunta de ¿Qué tipo de país aspiramos? ¿Retornamos a las
viejas recetas neoliberales, trabamos pacto con las rancias oligarquías,
evadimos discursivamente la complejidad que las inflexiones del capital
transnacional presenta? o le damos cara al problema con nuestras capacidades,
muchas y fuertes, mediante una proyección sesuda del corto, mediano y largo
plazo. Es de resaltar aquí el esquema que el Foro de Economistas Alternativos y
Heterodoxos presentó al país poco tiempo atrás, reactivación económica;
política fiscal; déficit fiscal; políticas agrarias; políticas de sector
externo; cambio climático; agua y bioeconomía, entre otros. Tanto en Política como Economía el único
camino viable es el de organizarnos y disputar en el escenario de lo público
las directrices por las cuales se dirigirá la institucionalidad integral del
Estado, todo lo contrario a ello nos dejará al borde del abismo.
Aquiles
Hervas Parra
5 de
febrero de 2018.