Al colibrí lo habían convencido
que sus aleteos en la jaula son el ejercicio de la libertad, pobre colibrí le
dijo el jilguero, estás ensimismado con una simple idea, el colibrí se ofendió
y continuó aleteando con la mirada a otra dirección. Absurdo jilguero con sus ideas comunistas,
socialistas, anarquistas o lo que sea. ¡Venir a quererme controlar la dirección
de mi aleteo! ¡Querer controlar mi libertad!
Pasaron algunos días y un águila pasó presurosa por la jaula del
colibrí, el águila ya saben con su actitud escéptica, algo soberbia le preguntó
¿Qué eres tú? Éste, impresionado, sin comprender le respondió: cómo qué soy,
soy el colibrí, un ave. ¿Un ave? Las aves
volamos, tú no vuelas, tú levitas o gravitas o lo que sea que hagas pero tú no
vuelas. El colibrí se ofendió, insultó y
dejó hablando sola al águila, ésta, sin comprender continuó su vuelo. Pasaron otra cantidad de años y un caracol
pasó, con su camino algo baboso en el piso, lento pero con sentido se
arrastraba el pequeño, alzó lentamente sus dos ojos con antenas y vio al
colibrí en ese extraño movimiento de alas.
¿Qué eres tú? Le dijo. Otra vez
el colibrí que ya se encontraba a la defensiva no desperdició tiempo en
contrarréplicas o conversaciones, dejó hablando solo al caracol y afirmó, es mi
derecho vivir como yo quiera. El
caracol sin entender lo sucedido
continuó y mientras se marchaba le decía: -podrás tener derechos pero no veo
que avances, vueles o sea lo que sea que hagas, te muevas hacia ningún lado,
solo estás batiendo allí tus pequeñas alas para no caer, para no tocar el piso,
y yo que estoy en el piso, que sé lo que es arrastrarse, estoy marchando hacia
algún lugar; cuál, dónde, no lo sé con precisión pero siento el autónomo
movimiento-. El colibrí que había hecho
de la defensa su posición y de la libertad su ideología, la cual era preservada
con radical cerrazón se auto afirmaba: -nadie podría entrometerse en la manera
en que éste batiera las alas, lo haré como quiera y de la forma en que quiera,
porque soy -libre- de hacerlo. Justo en
ese momento, desde algún -no lugar- difícil de ubicar se percibió la sonrisa de
alguien, del que había puesto la jaula que río con placer indescriptible. Sabía que desde ese día en adelante ya no
tendrá que hacer más trabajo ahuyentando animales extraños con ideas estúpidas
de otras formas de libertad, porque su mismo encarcelado los repelía con su
orgullo individual.
Aquiles Hervas Para
13 de mayo de 2017
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