Estamos
a un año de cumplir medio siglo de protagonizada la revuelta del mayo francés de
1968. Hace 49 años atrás, millares de soñadores
jóvenes demandaban al mundo, en las calles de París; la posibilidad de otro
mundo que desplome a la sociedad de consumo, “decreto el estado de felicidad permanente”
rezaba el grafiti de la Facultad de Ciencias Políticas, los adoquines y las
barricadas intentaban destruir los vestigios de una sociedad en crisis que se
resiste hasta ahora ha asumirse como naufragada. Las jóvenes por primera vez caminaban en
minifaldas frente a las normas que las cazaban como brujas del siglo XX. Policías absortos no podían contra tal
explosión de creatividad, generación entera de ideas libertarias. - Interdit
d'interdire- (Prohibido Prohibir) sentenciaba otra de las frases en la pared,
erosión palpitante de ideas insumisas ante el avasallamiento autoritario del
general, ante el dolor sangrante de la guerra de Vietnam y todas las guerras
del planeta. Otro grafiti : "pensar juntos, no. Empujar juntos, sí" en la Facultad de
Derecho, ¿acaso alguien pensó que se trataba de un movimiento sin tamices?
Craso error, la diversidad tejió de matices que no dudaron en abigarrar una
tendencia uniforme, pero de colores y morfologías como arcoíris de revolución,
algunos la llamaron mutación. Todo
arrancó en la alberca, el libro blanco del ministro; el semblante autoritario
del falso triunfador de la segunda guerra mundial, De Gaulle, no enfrió la
causa, la alvorotó. ¿Miedo? Por
supuesto, pero orientado en unidad, los estudiantes desafiaron al poder, lo
miraron de frente y a los ojos. ¿Pequeños?
Nunca, el eco fue tal que en menos de dos meses la huelga general de trabajadores
corroía las instituciones desde los barrios marginales, la unidad obrero
estudiantil era un hecho consumado; a la vez el mundo, estudiantes de México,
Argentina, Checoslovaquia, Italia, Alemania, Estados Unidos anunciaban en sus
universidades acciones movilizadoras, el remolino de indignación, rabia y a la
vez alegría rebelde se tomaban el espacio de lo público. Fueron realistas, soñaron lo imposible. “La imaginación toma el poder”, la
irreverente y fresca juventud fundaría en ese maravilloso año de calles ocupadas,
arte revolucionario y paños pluricromáticos otra forma de ver, valorar y vivir
la existencia.
Aquiles
Hervas Para
22
de mayo de 2017