A
propósito de la final de la Copa Mundial Rusia 2018, una vez culminada ésta,
tres ideas sueltas: París es negro hace décadas, África ganó el mundial y
Mbappé corre/vuela como una condenada gacela. Bastaría con celebrar uno de los goles para
que cualquier xenófobo radicado dentro de sus ideas fóbicas quede desbancado
del sustrato de la ideología que legitima su indisposición con aquellos que
siente, invaden su territorio. La
notoria y abrumadora mayoría del seleccionado francés no es étnicamente galo. El gallito más bien es la composición
maravillosamente diversa de no menos de cuatro continentes y diez países, no es
el gallo en sí mismo sino las plumas multicolores las que se alzaron con la
copa en manos. El planeta entero viste
la misma camiseta que, aunque configura una comunidad imaginada (Benedict
Anderson), no puede ocultar los matices existentes en la piel del fútbol
francés. A mediados del siglo XX el
intelectual, poeta y político descolonial negro Aimeé Césaire afirmaba “en el
fondo lo que no le perdona [Europa] a Hitler no es el crimen en sí, el crimen
contra el hombre, no es la humillación del hombre en sí, sino el crimen contra
el hombre blanco, es la humillación del hombre blanco, y haber aplicado en
Europa procedimientos colonialistas que hasta ahora sólo concernían a los
árabes de Argelia, a los coolies de la India y a los negros de África”, por lo
cual es gozoso saber que algo tan precioso como el arte de jugar fútbol
(descartando todo su abominable mercantilismo) destronan las posibilidades de
re legitimar la violencia contra el negro, porque está hipotecada la
consciencia del racista o xenófobo al haber podido hacerse con el trofeo
principal del balompié. Sin duda esta mirada es en exceso optimista, regresaré
mañana a visitar el estadio y continuarán gritando con pleitesía desde las
gradas: “juega bien negro hijo de…”; o volverán a encerrar a centenas de
migrantes en el norte del mar Mediterráneo por el delito de soñar un mejor futuro;
o el dolor, que si bien es universal, continuará teniendo la pigmentación más
obscura en todos los rincones de la tierra; pero vuelvo ver correr con el balón
al camerunés argelino Kylian Mbappé Lottin y sé, que si bien el mundo aún
es un lugar violento, ese pique representa las zancadas que estamos dando hacia
otro mundo mejor y heterogéneo, y estamos muy cerca de hacer el más hermoso gol
de la historia para la armónica convivencia humana.
Aquiles Hervas Parra, Msc.
15 de julio de 2018.