sábado, 3 de junio de 2017

DOS BREVES LECCIONES QUE NOS DEJA LA CORRUPCIÓN




Así está la cosa en el país, posiblemente así está la cosa en el mundo con mayores o menores diferencias. El Contralor de la República hace pocos meses querelló penalmente a un grupo de ciudadanos aduciendo que lo habían calumniado mientras ejercían su derecho a fiscalizar.  Ni siquiera han transcurrido dos meses y hoy el “ofendido sujeto” aparece en listas de corrupción del caso Odebrecht, cuestión que nos hace presumir la obscura actuación que habría tenido en cuantiosas e innumerables contrataciones públicas y actos durante su carrera como funcionario.  “Dime de qué te jactas y te diré de qué careces” reza el dicho popular.  Lo público y el control de la administración estatal estuvieron por diez años en manos de alguien que hábilmente se ha ensalzado de discursos morales mientras llevaba una agenda transaccional de acuerdos y silencio cómplice con los poderes, político y económico transnacional.  ¿Qué lección podemos obtener de esto? Por supuesto no puede ser la naturalización pesimista de la corrupción, lo incorrecto y contrario a la ética no debe ser aceptado como normal, eso dejemos a los escépticos y mustios para los que no existe esperanza.  Me parece más bien que la enseñanza va en dos sentidos: primero, los corruptos caen tarde o temprano por más “grandes”, poderosos y revestidos que parezcan, en nuestro país pareciera que siempre es más tarde que temprano, al punto que muchas veces ya ni nos enteramos del ocaso de los deshonestos, suele ser privado o desconocido el lodo suicida en el que se embarraron y los justos tristes fines que cosechan cuando decidieron entregar su vida al camino de la acción contraria a los principios. Carlos Pólit es un buen ejemplo de esos grandes viejos lobos que al parecer jamás caerían, diez años en el actual gobierno, más de otra década en gobiernos o funciones anteriores, no sabemos desde cuando se desvió o si empezó chueco, pero de un día para el otro hoy se desplomó y tal como se avizora no posibilidad de restablecerse, se ha arruinado.  Corrupción en latin -corruptio- contiene tres términos: con (junto) rumpere (hacer pedazos) y, tio (efecto), significa que hace y se hace pedazos, perjudica a la sociedad pero se auto destruye en el acto.  El corrupto es un suicida, inicialmente moral, finalmente material.  Su destino es irreversiblemente el fracaso.  El segundo aprendizaje es el nuestro como población; si el corrupto es un fracasado debemos mirarlo, exponerlo y referenciarlo como tal.  Lamentablemente estamos subsumidos en la falacia de que los corruptos triunfan, o son los que ganan.  Han comprado decenas de casas, adquirido millones de dólares o viven en condiciones de lujo envidiables. He ahí el problema, si damos rienda suelta a la valoración material de la vida y la acumulación, la envidia como manifestación simbólica de esa vida material, nos colocará en posición de reflejo inconsciente de la corrupción.  No podemos desear nada de lo que el corrupto obtuvo porque los medios con los cuales lo alcanzó son los medios de la ruindad, son suicidio moral, existencia rancia, contradicción implícita de la felicidad.  Y para revertir ello requerimos hacer un movimiento (des)alienador: la desvalorización ideológica y real de la vida material.  El corrupto paga con su muerte metafórica el precio por los bienes y recursos que adquiere, que además exceden lo que se necesita y por lo tanto es un pago tonto, tontamente incurre en el fin de sí y con ello arrastra a su familia, entorno y sociedad.  Es elemental destruir el falso halo triunfal que como neblina confusa, rodea a los corruptos.  Indispensable se convierte la acción colectiva por mostrarles a las niñas, niños y convencernos entre nosotros mismos, que los corruptos además de ser despreciables no son el referente a seguir, son los perdedores, son la ruina, son lo que no queremos ser.

Aquiles Hervas Parra
3 de junio de 2017